¿Corrupción o modus vivendi?
Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel
Octubre / 2008
Y ahora resulta que descubrimos que uno de los aspectos más importante al discutir los cambios en Pemex es la corrupción de su sindicato. ¡Vaya noticia!
El sindicalismo, nacido en México a fines del siglo XIX con los "círculos de obreros", ha pasado por varias etapas desde la fundación de la Casa del Obrero Mundial (1912). Entre ese año y 1917 se formaron algunos sindicatos, culminando con la creación de la CROM en 1918.
A partir de entonces, la connivencia entre el poder (Obregón, Calles) y los líderes sindicales (Luis N. Morones) convirtió al sindicalismo en un arma para ganar fuerza y acceder a puestos políticos (diputaciones, senadurías, gubernaturas).
La creación de la CTM en 1937 y la influencia de Fidel Velásquez en todas las decisiones del gobierno, que para evitar conflictos aceptaba las condiciones de los sindicatos (SME, SNTSS, Pemex, SNTE, etcétera), transformó la relación de obreros con patrones en un juego siniestro cada vez más insostenible.
¿Cuántos sindicatos hay? Miles, por decir poco. Cada uno tiene uno o varios líderes. ¿Qué pretenden? La respuesta lógica sería el beneficio de sus agremiados, pero no, lo único que quieren, sea cual sea el tamaño de su sindicato, es el poder.
Amparados por la sacrosanta "autonomía sindical", tienden una cortina de humo a sus maniobras, manipulan las cuotas sindicales, esquilman por igual a sus obreros y a la empresa, se niegan a rendir cuentas, exigen obediencia absoluta, y luego, con el mayor descaro, hacen ostentación de su riqueza.
Lo hemos visto palmariamente en la lideresa del SNTE, el líder de Pemex, el ex líder de los mineros, y aún en lidercillos de hebilla de oro, anillo de calavera y Rolex con brillantitos.
Esta connivencia entre el poder político y sindical ha llevado a extremos tan deplorables como el Pemexgate, en donde miles de millones de pesos del sindicato (de nuestros impuestos) fueron canalizados a una campaña presidencial. En retribución, el máximo dirigente está protegido por el fuero y nadie del PRI aceptará que la reforma de Pemex toque al sindicato.
Y como este ejemplo, hay miles, en grandes empresas, en pequeños negocios, en todos lados. El "líder" llega amenazador con el patrón o dueño de una fábrica, le presenta un panorama aterrador de lo que sucederá si no "coopera" para que el sindicato esté en paz. Promete huelgas y paros si no se cumplen sus deseos o se restituye a un trabajador que, borracho, dañó la maquinaria y se ausentó sin razón por más de una semana.
El sindicalismo mexicano tiene en la corrupción su modus vivendi, y ésta no es noticia. Lo que sí es noticia es que Andrés Manuel López (el protector de Bejarano, de Imaz, de Batres, Padierna y demás) denuncie que hay corrupción en Pemex; y el colmo, ¡que Joaquín Hernández Galicia, "La Quina", quintaesencia del sindicalismo expoliador, diga orondo que el problema de Pemex es la corrupción!
Mientras los sindicatos sigan en manos de tales líderes, y los funcionarios del gobierno accedan a sus demandas, México seguirá como está. Para ellos no importan sus agremiados, ni la productividad, ni el progreso del país… para ellos la corrupción es su modus vivendi.
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