Por: Querien Vangal
Dic. / 2008
Es "una forma de prostitución", según la revista "Gènéthique", de la fundación Jérôme Lejeune. Como vemos, en todos lados se cuecen habas.
Varios sectores de la sociedad francesa han criticado duramente el proyecto de ley presentado recientemente en el Senado francés para legalizar la práctica de las "madres de alquiler".
La revista "Gènéthique", de la fundación Jérôme Lejeune, ha recogido ampliamente varias reacciones negativas ante la iniciativa, afirmando que se trata de "una forma de prostitución".
"Le Monde" publica una tribuna firmada por Caroline Eliacheff, psicoanalista, y René Frydman, ginecólogo-obstetra, a propósito de las madres de alquiler. Esta práctica ilustra, según los firmantes, la "sobrevaloración" actual de la genética: contrariamente a los procesos de adopción, de la donación de esperma, de óvulo o de embrión, que valorizan la "parentalidad" llamada de intención, aquí "lo que cuenta es el niño en sí, sus genes", cualquiera que sea el precio.
Esto me recuerda un suceso que aconteció allá por los años cuarenta del siglo pasado. Una dama que recién había ganado el premio de Mis Universo, fue a visitar a Bernard Shaw, a quien admiraba mucho. En la plática, le dijo la belleza al insigne escritor: "Maestro, que tal si pudiera concebir a un hijo de usted, bello como yo e inteligente como usted". El escritor se quedó pensativo, y después de un rato le contestó: "Y qué tal que fuera al revés, feo y pendejo".
Caroline Eliacheff y René Frydman subrayan la importancia del embarazo que "no es un simple porte" dado que los intercambios entre la madre y el hijo en el útero son ricos. ¿Cómo "organizar la venida al mundo de niños portados por una mujer cuyo trabajo psíquico consciente e inconsciente consiste en poderlo abandonar" y desde el momento en que ella podría conservar la posibilidad de retractarse después del parto? ¿Se puede concientemente exponer a los niños de la madre de alquiler, su pareja, su marido a este proceso? ¿Qué pasará en el caso de falso parto, de cesárea, de complicaciones, de niño enfermo...?".
Y luego, "¡adjudicarse doce meses (sic) de la vida de un ser humano no es nada!, añaden los autores. "¿No es esta una forma de mayor alienación del cuerpo de la mujer?, se preguntan. Cuestión todavía más grave es que la principal motivación será siempre de orden económico "ligada o no a una reparación psíquica, consciente o no, que parece dudoso animar".
Para los firmantes, la regulación de esta práctica –recientemente propuesta por el Senado (Síntesis de prensa del 26/06/08)- no es sino un modo de 'ocultar miserias'. "los patinazos son inherentes al proceso mismo de legalizar esta forma de prostitución en nombre del sufrimiento de las parejas que no pueden procrear pero que pueden pagar".
En un comunicado sobre este asunto, el Partido Comunista francés denuncia también este "derecho al niño a toda costa" revindicado sobre todo para aquellos que exigen de sus deseos la legalización de la gestación por otros. Fustiga una práctica que "utiliza el cuerpo de las mujeres como un instrumento de producción/procreación", niega los lazos existentes entre la madre y el niño que ella lleva, formaliza la comercialización del cuerpo y pisotea la dignidad de la mujer y del niño.
Aude Mirkovic, de la Universidad de Evry, reacciona a su vez en "Le Figaro" y se interroga sobre el interés del niño que deberá aquí pagar los actos de los adultos. Situado a su pesar en el centro de un embrollo biológico, psíquico y jurídico, el niño deberá por tanto adecuarse para encontrar su lugar y sus puntos de referencia. Mientras que la adopción tiene por objeto ofrecer una familia a quien está privado de ella, la maternidad a través de otro suscita en sí esta situación deliberadamente aceptada y doctamente orquestada. La autora denuncia las circunstancias objetivas impuestas al niño para venir al mundo, sin tener en cuenta el amor que recibiría. Pero "las mejores intenciones no pueden cambiar un hecho: el niño es [en la práctica de las madres de alquiler] el objeto de un contrato".
Para Aude Mirkovic, existe una relación irrefutable entre la maternidad de alquiler y el dinero: antes de la ley de 1994 –que prohibió esta práctica- había surgido un mercado (la compensación se estimaba en 50.000 francos) con sus inevitables derivas mercantiles (con intermediarios crápulas sobre todo que no versaban la totalidad de las sumas percibidas a la madre de alquiler). Añade por último que la maternidad de alquiler reduce irremediablemente a la mujer al papel de "instrumento de producción, una especie de maquila de seres humanos".
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