Enrique Galván-Duque Tamborrel
«Nunca he oído, ¡oh, gorda!, que un amante
alabe a su amada diciendo: '¡Ella es enorme
como un elefante; es carnosa como alta es
una montaña!'»
Ahora que se ha tomado la bandera de combatir la obesidad, cobran actualidad algunas antiguas recomendaciones y se han retomado también algunos estudios que parecían se habían quedado en el cajón del olvido.
Los científicos están desarrollando alimentos que engañan al organismo y hacen pensar que una persona se excedió en su ingestión, lo que a su vez envía una señal al cerebro que suprime el apetito.
El procedimiento "hace creer que se ha comido demasiado cuando en realidad no es así", dijo el doctor Peter Wilde, del Instituto para la Investigación de los Alimentos, en la localidad inglesa de Norwich.
De los estudios de Wilde y sus colegas sobre la digestión de las grasas se concluyó que es posible elaborar alimentos --desde el pan al yogur-- que faciliten la digestión.
Aunque la investigación se encuentra en una etapa preliminar, el enfoque de Wilde para reducir el apetito es considerado por muchos médicos un factor clave en combatir la obesidad endémica.
"La posibilidad de mitigar el apetito ayudaría mucho a la gente que tiene problemas para perder peso", opinó el profesor Steve Bloom, especialista en medicina de investigación del londinense Imperial College, que no está relacionado con el trabajo de Wilde.
Los científicos en América del Norte y otros países de Europa intentan igualmente descubrir un mecanismo que permita controlar el apetito, incluyendo inyecciones de productos químicos o aparatos implantados que interfieran con el sistema digestivo.
Bloom dijo que regular el apetito mediante alimentos modificados es en teoría una posibilidad. Otros mecanismos en el organismo, como la producción de colesterol, son ya una realidad diaria administrada mediante medicamentos, en su mayoría tomados por vía oral.
Empero, Bloom advirtió que controlar el apetito quizá sea más difícil. "El organismo cuenta con muchos recursos para evitar que sus mecanismos reguladores sean engañados", agregó.
Por ejemplo, mientras que ciertas hormonas regulan el apetito, el cerebro recurre a receptores de nervios en el estómago para detectar la presencia de alimentos que le comunican cuándo está lleno.
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