Por: Querien Vangal
Dic. / 2008
Se acerca el fin de este azaroso 2008 y no quiero pasar por alto referirme a un muy significado suceso que aconteció durante el año. En un tiempo en el que la visión laicisista –que no laica–, como plaga imparable, quiere apoderarse de los lugares públicos; en una actualidad que muchos han definido como el retorno a la persecución religiosa, un grupo de políticos de diferentes vertientes partidistas, se reunieron en torno al altar para celebrar el día de su Santo Patrono, Tomás Moro.
El día miércoles 25 de junio Pmo. Pdo. tuvo lugar la misa de los políticos, en la Parroquia de Santo Tomás Moro, cuya fiesta fue el domingo 22 del mismo mes. Este año se cumple el séptimo aniversario de la inauguración de estas celebraciones.
Fue en 2001 cuando se convocó por primera vez a los políticos católicos de México a asistir a esta misa para orar por la patria, y para pedir las luces del Espíritu Santo para servir de la mejor manera a la nación.
Nunca, en los seis años anteriores, hubo tanta participación como en esta ocasión. Al principio, la misa era una novedad, y los primeros años fue cubierta por una enorme cantidad de reporteros y camarógrafos que prácticamente ocupaban la mitad de la iglesia.
Era la sensación, la novedad, un poco el escándalo de que funcionarios públicos, secretarios de Estado -como el entonces controversial Carlos Abascal, que puso, junto con Vicente Fox, el ejemplo de lo que es ser congruente-, senadores, diputados, asistieran a estas celebraciones. Al finalizar cada misa, durante los primeros cuatro o cinco años, un enjambre de micrófonos, cámaras y grabadoras, se venían encima de los piadosos que asistían, no ejerciendo su cargo público, sino haciendo uso de su libertad de culto.
Este año, el ambiente fue diferente: menos escándalo periodístico y más piedad, más autenticidad. El espíritu era de oración y no de lucimiento. Quienes asistieron no iban a ser fotografiados, ni entrevistados… iban a orar, a encomendarse al Santo que les dio ejemplo en su función pública, al hombre que no renunció a sus principios ni a sus convicciones, aún cuando ello significara perder su "honra", su poder, y hasta la vida.
El hombre que demostró que los deberes de conciencia están por encima, incluso, de la propia vida… Un servidor público que fue congruente hasta el final y que, por muy raro que suene –hay quien podría decir que se rebeló contra Enrique VIII, pero en realidad, le hizo el enorme bien de no solaparlo en su error–, sirvió a su rey y a su Iglesia hasta el día de su muerte. Ese fue Tomás Moro…
Hoy, a los políticos les corresponde enfrentar un mundo difícil. Hoy, no es un rey caprichudo el que les pone un ultimátum y los coloca entre la espada y la pared; en la actualidad existen nuevos tiranos: la corrupción, el "qué dirán", la comodidad del mundo materialista en el que estamos sumergidos, el pragmatismo del "voto" –hay que conseguir votos a toda costa, aunque ello signifique pasar por encima de la propia conciencia, de las propias "convicciones"– y, al final, el propio egoísmo y la cobardía de nadar contra corriente, de ser criticado y tachado de "mochilón" o de "anticuado-antidemocrático"…
Y es que la congruencia es la primera muestra de que, quien la posee, actúa de buena voluntad: no en vistas de intereses bastardos, sino con el fin de respetar los principios en los que cree, que pueden ser correctos o equivocados… ¡pero cuánto avanzaríamos si, aunque no hubiera uniformidad de pensamiento –¡que gracias a Dios no la hay!–, todos actuáramos sin egoísmos, sin planes y "complós" secretos –o no tan secretos– para "prosperar" a costa del país…
Al final de la misa, el sacerdote –un alemán carismático y simpático, que lleva viviendo en México varios años ya, y que tiene un marcado acento alemán, aunque habla el castellano con fluidez– señaló: "Estoy verdaderamente impresionado", porque en Alemania, sería imposible reunir a un grupo de políticos en una iglesia, para rezar.
Lo dijo de todo corazón, y con mucha afabilidad felicitó a los asistentes porque, sin importar condición, partido político o simpatías, acudieron a la ceremonia con espíritu de oración.
Cuando algunos de los asistentes aplaudieron su discurso final, con gran humildad el padre se sonrojó un poco y dijo en tono de broma: "Esos aplausos son para allá arriba, seguramente, ¿verdad?", y con el dedo señalaba hacia el cielo.
Así concluyó la celebración en honor al Patrono de los Políticos, a la que asistieron personalidades como Carlos María Abascal Carranza quien en siete años, nunca ha fallado a una sola de las misas, director general de la Fundación Rafael Preciado Hernández; la senadora María Teresa Ortuño; la comisionada de Migración, Cecilia Romero; el senador Jorge Ocejo; el diputado federal Antonio Sánchez Díaz de Rivera; el director general de CONAGUA, José Luis Luege; el director general de FONACOT, Arsenio Díaz Escalante; y muchas otras figuras públicas.
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