martes, 14 de septiembre de 2010

Fieles difuntos


Un poco de historia

 

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel

Dic. / 2008


La tradición de rezar por los muertos se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, en donde ya se honraba su recuerdo y se ofrecían oraciones y sacrificios por ellos.

 

Cuando una persona muere, ya no es capaz de hacer nada para ganar el cielo; sin embargo, los vivos sí podemos ofrecer nuestras obras para que el difunto alcance la salvación.

 

Con las buenas obras y la oración se puede ayudar a los seres queridos a conseguir el perdón y la purificación de sus pecados para poder participar de la gloria de Dios.

 

A estas oraciones se les llama sufragios. El mejor sufragio es ofrecer la Santa Misa por los difuntos.

 

Debido a las numerosas actividades de la vida diaria, las personas muchas veces no tienen tiempo ni de atender a los que viven con ellos, y es muy fácil que se olviden de lo provechoso que puede ser la oración por los fieles difuntos. Debido a esto, la Iglesia ha querido instituir un día, el 2 de noviembre, que se dedique especialmente a la oración por aquellas almas que han dejado la tierra y aún no llegan al cielo.

 

La Iglesia recomienda la oración en favor de los difuntos y también las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia para ayudarlos a hacer más corto el periodo de purificación y puedan llegar a ver a Dios. "No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos".

 

Nuestra oración por los muertos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión a nuestro favor. Los que ya están en el cielo interceden por los que están en la tierra para que tengan la gracia de ser fieles a Dios y alcanzar la vida eterna.

 

Para aumentar las ventajas de esta fiesta litúrgica, la Iglesia ha establecido que si nos confesamos, comulgamos y rezamos el Credo por las intenciones del Papa entre el 1 y el 8 de noviembre, "podemos ayudarles obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados". (CEC 1479)

 

Costumbres y tradiciones.

 

El altar de muertos


Es una costumbre mexicana relacionada con el ciclo agrícola tradicional. Los indígenas hacían una gran fiesta en la primera luna llena del mes de noviembre, para celebrar la terminación de la cosecha del maíz. Ellos creían que ese día los difuntos tenían autorización para regresar a la tierra, a celebrar y compartir con sus parientes vivos, los frutos de la madre tierra.

 

Para los aztecas la muerte no era el final de la vida, sino simplemente una transformación. Creían que las personas muertas se convertirían en colibríes, para volar acompañando al Sol, cuando los dioses decidieran que habían alcanzado cierto grado de perfección.

 

Mientras esto sucedía, los dioses se llevaban a los muertos a un lugar al que llamaban Mictlán, que significa "lugar de la muerte" o "residencia de los muertos" para purificarse y seguir su camino.

 

Los aztecas no enterraban a los muertos sino que los incineraban. La viuda, la hermana o la madre, preparaba tortillas, frijoles y bebidas. Un sacerdote debía comprobar que no faltara nada y al fin prendían fuego y mientras las llamas ardían, los familiares sentados aguardaban el fin, llorando y entonando tristes canciones. Las cenizas eran puestas en una urna junto con un jade que simbolizaba su corazón.

 

Cada año, en la primera noche de luna llena en noviembre, los familiares visitaban la urna donde estaban las cenizas del difunto y ponían alrededor el tipo de comida que le gustaba en vida para atraerlo, pues ese día tenían permiso los difuntos para visitar a sus parientes que habían quedado en la tierra.

 

El difunto ese día se convertía en el "huésped ilustre" a quien había de festejarse y agasajarse de la forma más atenta. Ponían también flores de Cempazúchitl, que son de color anaranjado brillante, y las deshojaban formando con los pétalos un camino hasta el templo para guiar al difunto en su camino de regreso a Mictlán.

 

Los misioneros españoles al llegar a México aprovecharon esta costumbre, para comenzar la tarea de la evangelización a través de la oración por los difuntos.

 

La costumbre azteca la dejaron prácticamente intacta, pero le dieron un sentido cristiano: El día 2 de noviembre, se dedica a la oración por las almas de los difuntos. Se visita el cementerio y junto a la tumba se pone un altar en memoria del difunto, sobre el cual se ponen objetos que le pertenecían, con el objetivo de recordar al difunto con todas sus virtudes y defectos y hacer mejor la oración.

 

El altar se adorna con papel de colores picado con motivos alusivos a la muerte, con el sentido religioso de ver la muerte sin tristeza, pues es sólo el paso a una nueva vida.

 

Cada uno de los familiares lleva una ofrenda al difunto que se pone también sobre el altar. Estas ofrendas consisten en alimentos o cosas que le gustaban al difunto: dulce de calabaza, dulces de leche, pan, flores. Estas ofrendas simbolizan las oraciones y sacrificios que los parientes ofrecerán por la salvación del difunto.

 

Los aztecas fabricaban calaveras de barro o piedra y las ponían cerca del altar de muertos para tranquilizar al dios de la muerte. Los misioneros, en vez de prohibirles esta costumbre pagana, les enseñaron a fabricar calaveras de azúcar como símbolo de la dulzura de la muerte para el que ha sido fiel a Dios.

 

El camino de flores de cempazúchitl, ahora se dirige hacia una imagen de la Virgen María o de Jesucristo, con la finalidad de señalar al difunto el único camino para llegar al cielo.

 

El agua que se pone sobre el altar simboliza las oraciones que pueden calmar la sed de las ánimas del purgatorio y representa la fuente de la vida; la sal simboliza la resurrección de los cuerpos por ser un elemento que se utiliza para la conservación; el incienso tiene la función de alejar al demonio; las veladoras representan la fe, la esperanza y el amor eterno; el fuego simboliza la purificación.

 

Los primeros misioneros pedían a los indígenas que escribieran oraciones por los muertos en los que señalaran con claridad el tipo de gracias que ellos pedían para el muerto de acuerdo a los defectos o virtudes que hubiera demostrado a lo largo de su vida.

 

Estas oraciones se recitaban frente al altar y después se ponían encima de él. Con el tiempo esta costumbre fue cambiando y ahora se escriben versos llamados "calaveras" en los que, con ironía, picardía y gracia, hablan de la muerte.

 

La Ofrenda de Muertos contiene símbolos que representan los tres "estadios" de la Iglesia:

 

1)      La Iglesia Purgante, conformada por todas las almas que se encuentran en el purgatorio, es decir aquéllas personas que no murieron en pecado mortal, pero que están purgando penas por las faltas cometidas hasta que puedan llegar al cielo. Se representa con las fotos de los difuntos, a los que se acostumbra colocar las diferentes bebidas y comidas que disfrutaban en vida.

2)      La Iglesia Triunfante, que son todas las almas que ya gozan de la presencia de Dios en el Cielo, representada por estampas y figuras de santos.

3)      La Iglesia Militante, que somos todos los que aún estamos en la tierra, y somos los que ponemos la ofrenda.

En algunos lugares de México, la celebración de los fieles difuntos consta de tres días: el primer día para los niños y las niñas; el segundo para los adultos; y el tercero lo dedican a quitar el altar y comer todo lo que hay en éste. A los adultos y a los niños se les pone diferente tipo de comida.


Cuida tu fe

 

Halloween o la noche de brujas: Halloween significa "Víspera santa" y se celebra el 31 de Octubre. Esta costumbre proviene de los celtas que vivieron en Francia, España y las Islas Británicas.

 

Ellos prendían hogueras la primera luna llena de Noviembre para ahuyentar a los espíritus e incluso algunos se disfrazaban de fantasmas o duendes para espantarlos haciéndoles creer que ellos también eran espíritus.

 

Podría distraernos de la oración del día de todos los santos y de los difuntos. Se ha convertido en una fiesta muy atractiva con disfraces, dulces, trucos, diversiones que nos llaman mucho la atención.

 

Puede llegar a pasar que se nos olvide lo realmente importante, es decir, el sentido espiritual de estos días.

 

Si quieres participar en el Halloween y pedir dulces, disfrazarte y divertirte, Cuídate de no caer en las prácticas anticristianas que esta tradición promueve y no se te olvide antes rezar por los muertos y a los santos.

 

Debemos vivir el verdadero sentido de la fiesta y no sólo quedarnos en la parte exterior. Aprovechar el festejo para crecer en nuestra vida espiritual.

 

Algo que no debes olvidar

 

La Iglesia ha querido instituir un día que se dedique especialmente a orar por aquellas almas que han dejado la tierra y aún no llegan al cielo.

 

Los vivos podemos ofrecer obras de penitencia, oraciones, limosnas e indulgencias para que los difuntos alcancen la salvación.

 

La Iglesia ha establecido que si nos confesamos, comulgamos y rezamos el Credo entre el 1 y el 8 de noviembre, podemos abreviar el estado de purificación en el purgatorio.

 

Oración

Que las almas de los difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Así sea.

 

Menuda papeleta, grande responsabilidad


¿Tiene algo que ver con nuestra vida cristiana la política? Parecería que se trata de algo ajeno a nuestra fe y a nuestro compromiso creyente. Y sin embargo no es así. También en la política debemos buscar y apoyar lo que mejor traduzca nuestra cosmovisión de la vida, de la verdad, de la justicia, de la paz. Porque hay caminos más próximos y los hay más extravagantes a nuestra manera de ver las cosas.

 

Hay un momento en el que todos los ciudadanos nos hacemos directa y personalmente corresponsables ante la marcha del país y el funcionamiento de nuestras instituciones: cuando nos toca ejercer el derecho y el deber de votar a nuestros representantes políticos. Ciertamente no todo depende de ellos, pero las decisiones políticas y sociales que tomen los elegidos incluso en el terreno municipal o autonómico, afectan al ejercicio de muchos de los derechos humanos fundamentales. Esto nos exige que votemos en conciencia, eligiendo libre y acertadamente a los candidatos, haciendo un seguimiento de la gestión de quienes resulten elegidos, particularmente si estos candidatos ya hubieran mostrado cuál es el verdadero talante y cuál su auténtico talento.


Por eso, debemos estudiar responsablemente las propuestas de cada partido político y fijarse en la competencia y en la honradez de las personas a quienes votaremos. Los laicos católicos tienen un campo precioso y urgente para contribuir con su buena preparación profesional y la integridad moral de su compromiso político a la presencia de los valores cristianos en este ámbito de la sociedad.


Con el deseo de iluminar la conciencia de los fieles católicos y de las personas de buena voluntad, indico algunos puntos que puedan ser tenidos en cuenta en los programas de los partidos a la hora de apoyarlos con nuestro voto:


1. La transparencia en la verdad, en contra del uso de la mentira de quienes confunden a los ciudadanos secuestrándolos en su señuelo, y de quienes con el engaño destruyen política y mediáticamente a los adversarios para perpetuarse en el poder.


2. El respeto a la vida, desde su inicio a su fin natural, en contra de la difusión del aborto y de la eutanasia, así como el desprecio de la dignidad y libertad de las personas.


3. El apoyo decidido y claro a la familia como unión estable entre un hombre y una mujer abiertos a la vida, reconociendo su impagable función social, así como garantizando una vivienda digna y un trabajo acorde con la condición de la persona humana y remunerado conforme a una legislación justa.


4. Una política educativa que respete el derecho natural y constitucional de los padres para elegir el centro educativo, la educación integral de sus hijos basado en sus convicciones morales y religiosas, sin la intromisión adoctrinadora del Estado.


5. Una clara ausencia de corrupción, pues no son dignos de nuestro voto quienes se sabe que practican desvíos económicos o tráfico de influencia en favor del partido en el que militan o para el propio bolsillo.


6. Una política social sin demagogias irresponsables que ampare a los más desfavorecidos de la sociedad y que esté abierta a la acogida adecuada de quienes buscan entre nosotros mejores condiciones de vida.

 

7. La búsqueda sincera de la paz sin chantajes de ningún tipo, favoreciendo la reconciliación real entre todas las personas y los pueblos, y la condena de toda violencia.

 

Estas siete indicaciones responden a una manera concreta de ver la realidad: la cristiana. Ningún partido político recoge exhaustivamente estos principios, pero algunos los contradicen portentosamente. Entiendo que en conciencia deberíamos votar a quienes menos se distancien por sus programas y sus hechos, de lo que expresa la doctrina social de la Iglesia.



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