Enero / 2008 De John Kennedy se recuerdan sus palabras en el discurso de toma de posesión: "No preguntes lo que tu país puede hacer por ti, pregunta qué puedes hacer tú por tu país". Esta frase inspiró a una generación de jóvenes (entre ellos, Bill Clinton) que decidieron emprender una carrera de servicio público. En realidad, la intención inicial de Kennedy, en su papel de líder de un imperio liberal, era apelar a sus conciudadanos a que hicieran sacrificios en las luchas de la guerra fría. Tanto él como sus asesores en Kennedy no fundó la izquierda estadounidense, pero sí le dio un espacio que podía ocupar. Había cierta consonancia entre su idea de un país más ético y la sensibilidad que engendró el movimiento de los derechos civiles y las protestas contra la guerra de Vietnam. Siempre creyó en el derecho de Estados Unidos a dirigir el mundo y defendió la idea de que el país tenía la responsabilidad especial de luchar contra la tiranía, que entonces se encarnaba, sobre todo, en el comunismo. Pero era un hombre culto, inteligente y reflexivo. Cuando Estados Unidos se encontraba con oposición, estaba dispuesto a preguntar por qué, en lugar de condenar automáticamente a países enteros porque se les ocurriera tener su propia historia. En su servicio como joven oficial de En plena crisis de los misiles cubanos de 1962, Kennedy, que había rechazado las exigencias de sus generales de que atacara Cuba y las instalaciones soviéticas que allí se encontraban, habló de sus jefes militares en estos términos: "Si les hacemos caso y hacemos lo que nos piden, no quedará vivo nadie que pueda decirles que estaban equivocados". Durante toda la crisis siempre insistió, tanto con Jruschov como con sus belicosos generales, en que la guerra nuclear era una locura absoluta. El autor de la biografía más amplia y profunda de Kennedy, Robert Dallek, llega a esta conclusión: "El año 1962 no sólo fue el momento estelar de Kennedy en Ocho meses más tarde, el 10 de junio de 1963, en un discurso en El 10 de junio de La posibilidad de que el presidente Bush sufra una transformación similar en su segundo mandato es inexistente. Acaba de declarar que las informaciones sobre torturas en las prisiones estadounidenses son inventos de quienes "odian a América". El presidente, en parte de forma deliberada y en parte por instinto, expresa el airado chovinismo y la estupidez provinciana de un buen número de ciudadanos estadounidenses que son plebeyos espirituales. En realidad, los sondeos muestran un descenso en la aprobación de las decisiones presidenciales, y existe mucho escepticismo sobre el precio que está costando la aventura de Irak. En esta situación, el Partido Demócrata no destaca más que por su cínico oportunismo. Los candidatos para las presidenciales de 2008 han hecho tremendos esfuerzos para no calificar la catástrofe de Irak como lo que es. El instrumento de Hillary Clinton para la campaña presidencial es el Centro para el Progreso Americano, una organización muy bien dotada de dinero y personal, situada en Washington y dirigida por el inteligente ex jefe de Gabinete de ¿A qué se debió la transformación de Kennedy? Para empezar, el presidente desconfiaba de la jerarquía oficial encabezada por él. Nada entusiasta de su propio secretario de Estado, era frecuente que pidiera la opinión a los funcionarios que estaban verdaderamente trabajando sobre regiones y países específicos. También se sentía muy escéptico respecto a los almirantes y generales, y buscaba el consejo de oficiales de mente más abierta. Gracias a haber sido congresista y senador por Massachusetts, conocía a los científicos de Harvard y del MIT, así como a la comunidad científica en general. Su asesor científico, Jerome Wiesner, era gran defensor de la necesidad de acabar con la carrera de armamento nuclear. De hecho, Kennedy reaccionó positivamente a las presiones de distintos movimientos ciudadanos que pedían una tregua en la guerra fría. No organizó (como algunos de sus sucesores) ninguna campaña de difamación de los disidentes, ni se aisló a sí mismo ni a su Gobierno de esas opiniones. Kennedy fue un gran presidente para Estados Unidos porque era una persona inteligente y de carácter. Pero el país contaba además con una sociedad civil fuerte, preparada y deseosa de desafiarle a hacer más, a poner en práctica los valores que compartían: una concepción laica de coexistencia progresista. Esa sociedad todavía existe en Estados Unidos, e incluso es posible que comprenda a la mayoría del país. Lo malo es que las élites que dirigen la política exterior viven dependientes del imperio. Y otro problema es que los medios de comunicación están sometidos a las autoridades imperiales. Los segmentos de la sociedad civil que podrían ser críticos están divididos, y los intelectuales no disponen de ningún proyecto nuevo que les sirva de fuerza unificadora. Los intelectuales más importantes de la era Kennedy no estaban en
«EL RESPETO A LA LEY ENALTECE NUESTRO ESPÍRITU» . |
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