Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel
Marzo / 2008
Dios las crea y ellas se juntan
Hace algunos años, si mal no me acuerdo fue en 1980, me metí a escombrar un cuarto en donde guardaba muchas cosas que fueron de mis amados y añorados padres. Era, en fin, el cuarto del recuerdo.
Escudriñando por aquí y por allá, mi vista se fijó en una caja que tenía pegada una etiqueta grande y llamativa. Me acerqué y leí lo que en ella estaba escrito, decía: CUIDEN CON INTERES Y CARIÑO LO QUE ESTA CAJA CONTIENE. Por el estilo de la letra detecté que fue escrito por mi padre.
Obviamente abrí la caja con mucho cuidado y fui sacando cosa por cosa con mucho cuidado. De repente algo me llamó mucho la atención. Era un libro finamente empastado, que tenía escrito con letras doradas: SAN BUSCÓN, Vida y obra.
Ni tardo ni perezoso tomé el libro y lo empecé a ojear, y como si fuera mandato divino, en forma automática me detuve en una página que decía: CAPITULO IV. INVESTIGACIONES EN LA INDIA. Empecé a leer, recuerdo que las letras eran pequeñas, pero claro que en esa época "qué me duraban", ahora, si no son grandes, ni de relajo las puedo leer, no cabe duda que todo por servir se acaba, mis ojos me sirvieron mucho pero ya se están apagando.
Bueno, volviendo a San Buscón y sus investigaciones en la India, relata que encontró en una cueva unos pergaminos, allá en el lejano Siglo III. En uno de esos pergaminos encontró la crónica de una asamblea que se efectuó en los alborees del recién formado mundo.
Cuenta que una vez se reunieron en la Tierra, de reciente creación, todos los sentimientos y cualidades –buenos y malos-- de los humanos…. En dicha asamblea estaban presentes y pasaron lista de de asistencia: El Aburrimiento, La Locura, La Curiosidad, El Entusiasmo, La Euforia, La Duda, La Apatía, La Verdad, La Mentira, El Optimismo, El Pesimismo, La Soberbia, La Pereza, La Fe, La Belleza, La Envidia, El Egoísmo, La Timidez, La Cobardía, La Valentía, La Generosidad, La Libertad, La Pereza. La Voluptuosidad, La Pasión, El Deseo, El Olvido, El Amor, La Ignorancia, El Triunfo, El Talento, La Intriga y La Angustia,
«Cuando El Aburrimiento ya había bostezado por tercera vez, La Locura, como siempre tan loca, les propuso:-- "¡Vamos a jugar a las escondidas!". Ante tan efusiva invitación, La Intriga levantó la ceja intrigada y La Curiosidad, sin poder contenerse, preguntó:
-- "¿A las escondidillas? ¿Y como se juega eso?"
-- "Es un juego –explicó La Locura-- en el que yo me tapo la cara y los
ojos para no ver y comienzo a contar desde uno hasta mil, mientras ustedes se esconden; y cuando haya terminado de contar los buscaré y al primero que encuentre ocupará mi lugar para continuar con el juego una vez que haya hallado a todos.
Ante esa apasionante forma de explicar de La Locura, El Entusiasmo bailó acompañado de La Euforia. La Alegría se puso a brincar y de tantos saltos terminó por convencer a La Duda para que jugara con ellos, incluso a La Apatía le llamó la atención, aunque nunca le interesaba nada.
Pero no todos quisieron participar en el juego. La Verdad prefirió no esconderse. ¿Para que? Si al final siempre la hallaban. La Soberbia opinó que era un juego muy tonto y molesto (aunque en el fondo, lo que realmente le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella). La Cobardía prefirió no arriesgarse…, y El Pesimismo exclamó: "¡Ay, que complicad!, yo mejor no juego porque de seguro a mi me encuentran primero y pierdo".
"Uno, dos, tres…" –comenzó a contar La Locura--. La primera en esconderse fue La Pereza que, como siempre, se dejó caer tras la primera piedra que encontró en el camino. La Fe subió al cielo, y La Envidia se escondió tras la sombra de El Triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La Generosidad, por su parte, casi no lograba esconderse, y es que cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos, antes que para ella. Pensaba: "¿Qué tal si me escondo en un lago cristalino?, mm…, no, no, eso es ideal para La Belleza; ¿Qué tal detrás de un gran árbol?, mm…, tampoco, ahí es ideal para La Timidez; ¿Y en el vuelo de una mariposa?, no, es lo mejor para La Voluptuosidad; ¡ya sé!, me esconderé en la ráfaga del viento…,…mm…, no, ahí es ideal para La Libertad". Asó buscó y buscó, hasta que finalmente se escondió en un rayito del Sol. El Egoísmo, en cambio, desde el principio encontró un sitio muy bueno, un lugar ventilado, cómodo…, pero exclusivamente para él. La Mentira se escondió en el fondo del Océano –mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris), y La Pasión y El Deseo, en el centro de los volcanes. El Olvido…, ¡caramba se me olvidó en dónde se escondió!, bueno, pero eso no es importante.
Cuando La Locura contaba: "…998, 999…", El Amor aún no encontraba sitio donde esconderse, pues ¡todo se encontraba ocupado!... …hasta que divisó un bello rosal y, enternecido, mientras jugaba, decidió esconderse entre sus flores.
"… ¡Mil…!" –contó La Locura y comenzó a buscar.
La primera en aparecer fue La Pereza, estaba tan sólo a tres pasos, junto a una piedra. Después encontró a La Fe, es que la escuchó dialogando con Dios acerca de "mover montañas". A La Pasión y El Deseo los halló al sentir sus vibraciones cerca de los volcanes. En un descuido encontró a La Envidia y, claro, pudo deducir dónde estaba El Triunfo. Al Egoísmo no tuvo ni que buscarlo, pues él solito salió disparado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas. La Locura, luego de tanto caminar, sintió sed y acercándose al lago para beber, descubrió a La Bellaza. Y con La Duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre un duro tronco, sin decidir aún de que lado ocultarse. Muy cerca de la Duda encontró a la ignorancia, que nunca supo dónde esconderse.
Así fue encontrando a todos. A El Talento entre la hierba seca, a La Angustia en una oscura cueva, a La Mentira detrás del arco iris… --mentira, si estaba en el fondo del Océano--, y hasta a El Olvido, que ya se le había olvidado de qué se trataba el juego, y seguí sin acordarse. Pero sólo El Amor no aparecía por ningún lado. La Locura lo buscó detrás de cada árbol, en cada arroyuelo del planeta, en la cima de las montañas, incluso ante su desesperación, hizo trampa y le preguntó a La Ignorancia si lo había visto. "Yo sólo sé que no se nada" –le respondió-- y cuando estaba a punto de darse por vencida en su búsqueda, La Locura divisó un pequeño rosal tupido de flores y observó que se movían estas. Entonces tomó los tallos de varias rosas y comenzó a mover fuertemente el rosal con sus ramas… …de pronto, un doloroso grito se escuchó. Las espinas del rosal habían herido los ojos a El Amor, La Locura, impresionada ante tal accidente, no sabía que hacer para disculparse; lloró, rogó, imploró, suplicó perdón y ¡hasta prometió ser su fiel acompañante por toda la eternidad!
Desde entonces, desde que por primera vez se jugó a las escondidillas en la Tierra, El Amor es ciego y La Locura lo acompaña.
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