Marzo / 2008
«…la hermana agua, que es utilísima,
preciosa, casta y humilde»
San Francisco de Asís
En las ciudades y en los grandes pueblos, estamos acostumbrados a abrir varias veces al día un grifo o una llave de tubería para obtener agua limpia. Además, al presionar un botón o una palanca, desaguamos los desechos del cuerpo. Pero, ¿qué tan frecuentemente nos preguntamos cómo es posible que el agua llegue hasta ahí? ¿Cómo funcionan los complejos sistemas que nos brindan estas comodidades?
El suministro de agua para una ciudad proviene generalmente de un lugar lejano, pero las aguas residuales —así llamamos al agua de desecho— ingresan en los cursos de agua cercanos. Si las plantas de tratamiento o los sistemas naturales de depuración del ecosistema acuático no pueden afrontar la cantidad de desechos, entonces se contaminarán las playas y fuentes de agua de las zonas que están río abajo.
El entendimiento del ciclo del agua nos permite saber que el agua de lluvia que cae en las zonas altas invariablemente tenderá a descender por acción de la fuerza de gravedad, para su incorporación al subsuelo o al cauce de un río. Eventualmente, y de manera independiente al camino empleado, toda esa agua llegará hasta la parte más baja que puede encontrar: el mar.
Sin embargo, el tiempo que toma este proceso sí depende del camino empleado, pues el agua puede permanecer sepultada por cientos de años, antes de alcanzar su meta oceánica. No fue hasta el siglo XIX cuando se produjo la primera preocupación real por la contaminación del agua.
Asimismo, no fue hasta que se comprendió —gracias a diversas investigaciones en 1880— el papel que juegan las bacterias en los ecosistemas y los fundamentos de la reproducción bacteriana, cuando el ser humano empezó a construir cloacas y dar atención al problema de qué hacer con las aguas residuales.
Durante muchos años, prevaleció el principio de alejar los desperdicios lo más posible de las ciudades sin preocupación por lo que suceda aguas abajo.
Los lagos y los ríos, como todos los ecosistemas, tienen en sí mismos mecanismos de eliminación de desechos que trabajan eficientemente mientras no estén sobrecargados. Ciertos tipos de bacterias actúan sobre el agua contaminada y a pocos kilómetros aguas abajo un río se habrá limpiado a sí mismo. A esto se le llamamos autodepuración del agua. Las bacterias descomponen la materia orgánica del residuo y liberan los ingredientes inorgánicos, que a su vez son nutrientes de las productoras de oxígeno del ecosistema del río: plantas diminutas que llamamos algas, distribuidas sobre las rocas sumergidas.
El proceso de enriquecer las aguas con elementos nutrientes (en particular los que contienen nitrógeno y fósforo) se denomina eutrofización. Puede verse como un proceso natural que sucede a lo largo del tiempo, en una escala más allá de la humana. Un lago joven está relativamente limpio, con pocos nutrientes disueltos y una cantidad mínima de algas.
Después de miles de años, los nutrientes se acumulan, y aumenta también el número de plantas y animales acuáticos. Al cabo de un tiempo más habrá una superabundancia de elementos nutrientes y de algas, las cuales, al morir, se descomponen consumiendo el oxígeno dentro del agua. Los peces mueren y se acumulan a la materia orgánica en descomposición, proceso que consume más oxígeno hasta que el lago se convierte en un pantano.
Los seres humanos hemos acelerado este proceso al arrojar nuestras aguas residuales, ricas en nitrógeno y fósforo, directamente a ríos, lagos y presas (una presa es, simplemente un lago artificial). Otra fuente abundante de nutrientes en exceso son los fosfatos de los detergentes.
Finalmente, podemos decir que el calor es también un contaminante del agua. Las centrales hidroeléctricas, termoeléctricas y nucleares requieren grandes cantidades de agua para enfriamiento, comúnmente suministrada de ríos y lagos. Muchas especies mueren si la temperatura se eleva uno o dos grados por encima del nivel normal. Sin embargo, los residuos industriales constituyen la mayor amenaza para los ecosistemas acuáticos. Estos desechos pueden llegar a requerir de tres a cuatro veces más oxígeno que los del drenaje común y adicionan sustancias tóxicas al agua.
El agua es un bien común que, como tal, nos corresponde a todos cuidar y asegurarnos que esté debidamente tratada antes de arrojarla directamente sobre los ecosistemas acuáticos. Para conocer más de los fundamentos del tratamiento de aguas residuales, recomendamos consultar los siguientes enlaces electrónicos:
El suministro de agua para una ciudad proviene generalmente de un lugar lejano, pero las aguas residuales —así llamamos al agua de desecho— ingresan en los cursos de agua cercanos. Si las plantas de tratamiento o los sistemas naturales de depuración del ecosistema acuático no pueden afrontar la cantidad de desechos, entonces se contaminarán las playas y fuentes de agua de distintas zonas.
«La ley disciplina nuestro cotidiano vivir»
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