¿Es la reforma energética factor clave para el desarrollo de México?
¿Significa la pérdida de la soberanía poner en manos de particulares los bienes de energéticos de la nación?
Nuestro país necesita de inmensos recursos económicos para asegurar energía para los siguientes cincuenta años. Obviamente que el gobierno federal cuenta ya con un plan que garantice al país la producción y el abasto de energéticos para las próximas dos o tres décadas. ¿Pero, y el dinero? ¿Cómo se va a conseguir, o quién lo va a aportar? De ninguna manera podemos descuidar el futuro energético de las generaciones venideras.
Se necesitan recursos tantos como la mitad de los que comprende la deuda pública cuando una significativa parte del presupuesto anual de la nación se utiliza para pagar los intereses que esta (deuda pública) genera.
Todavía no se tiene asegurado el abasto de combustibles fósiles ni eléctrico, ni tampoco nos hemos preocupado por invertir en investigación, tecnología, extracción, perforación y nuevas formas de generación de energía más basta y más barata. ¿Continuaremos importando gas natural y gasolina para satisfacer la demanda domestica o estaremos racionando la energía eléctrica dentro de veinte años, cuando esta sea insuficiente para satisfacer las necesidades de la población? Y un cuestionamiento mayor
¿Significa una violación y pérdida a la vez de la soberanía y dignidad nacional el permitir que particulares, nacionales y extranjeros inviertan en la generación y producción de energía necesarios para la subsistencia económica del país?
Todo mundo estaría de acuerdo en que ambos rubros (petrolero y eléctrico) permaneciesen en manos del Estado siempre y cuando los recursos económicos destinados a estos rubros fuesen bastos y fluyeran sin ningún contratiempo. El problema es que no los hay, cuando menos en el corto plazo. Ahora bien, Estaríamos dispuestos los Mexicanos a hipotecar el futuro de nuestros descendientes con los ritmos de producción de energéticos actuales? La respuesta es obvia, por tal razón se enfrenta dos dilemas: uno, permitir la participación de particulares en los dos rubros (combustibles y electricidad) y asegurar el futuro energético de México, aun se viole la tan cacareada y ultra profanada soberanía nacional, y segundo, crecer al ritmo que se pueda y a como Dios nos de a entender, con recursos emanados del pueblo, por eso si bien soberanos y férreos defensores a ultranza de los recursos naturales pertenecientes a la nación.
Si decidiéramos por la primera opción y reformáramos lo indispensable y necesario para permitir que las nacionales y extranjeros invirtieran en la producción energética, no sólo estaríamos asegurando el futuro y el desarrollo de nuestro país también se crearían miles de empleos directos e indirectos. Esto permitiría a PEMEX invertir en la exploración, perforación, petroquímica y distribución de energéticos fósiles, a la CFE y a la CL y FC invertir en investigación de nuevas formas de generación de energía, amen de otros proyectos de producción macro eléctrica. En el largo plazo dejaríamos de importar gas natural, gasolina y otros derivados y eliminaríamos la idea de que en algún momento tendríamos que racionar la energía eléctrica. Imaginémonos los costos de producción de los componentes de la canasta básica si el costo de los energéticos se redujese, eso animaría al ciudadano común a consumir más puesto que contaría con un excedente producto del ahorro en energéticos.
Si se optara por la segunda propuesta, imaginémonos a nuestros hijos y nietos continuar pagando tarifas similares a las que se pagan actualmente (de las más caras del mundo). Además de seguir importando combustibles fósiles y de altos costos en materia de energía eléctrica, frenaríamos el desarrollo comercial del país, puesto que la energía seguiría siendo cara y tal costo influiría en la competitividad de los costos de producción en los bienes hechos y producidos en México. Si los costos energéticos son altos, es menos probable que los grandes capitales no miren a México atractivo en materia de inversión, por lo tanto menos inversionistas estarían dispuestos a invertir.
Perderíamos inversiones que generarían empleos y si no se crean suficientes empleos seguiríamos obligando a nuestro connacionales a seguir buscando oportunidades en algún estado de la Unión Americana pizcando manzanas o de cocineros en algún restauran de comida rápida.
Ahora bien, como explicar que los beneficios de llevar a cabo una reforma energética realmente ocurran en un futuro. El permitirle a los particulares invertir en la generación de energéticos aumentaría la oferta, la cual ellos (los empresarios) estarían dispuestos a ofrecer y vender a los demandantes (consumidores). Esto quiere decir que los niveles de producción de energéticos se elevarían por su bajo costo de producción y la demanda como tal se elevaría si y sólo si el precio de estos (energéticos) se redujesen lo cual seria inminente porque el mercado crearía nuevas condiciones con toda una gama de diferentes competidores en materia de combustibles fósiles. Para el caso de la energía eléctrica su precio se reduciría por los bajos costos de producción, y la bastedad de esta para cubrir la demanda de los consumidores. Ante tal oferta, las empresas consumirían más, producirían más y a un costo mucho más bajo. Los consumidores por lo tanto experimentarían una disminución significativa en su gasto, disminución que estaría dispuesto a invertir, ahorrar y gastar, la cual crearía más riqueza que a su vez crearía más demanda y oferta adicional. Desde ese punto de vista, con un marco jurídico en materia energética liberalizada, los grandes capitales estarían dispuestos a invertir en México. Y es que verdaderamente lo bajos costos en electricidad y combustibles son un incentivo que puede convencer a los capitales internacionales de traer su dinero a invertir en un país con una infraestructura moderna y libre de prejuicios políticos y morales que solo dan como resultado lo que se vive en materia energética en el sentido económico. En nuestro país, privatizar o permitir la inversión privada va más allá de un beneficio social, o una decisión económica. Existen diferentes intereses con tintes políticos de uno u otros bandos: pro-privatizadores y nacionalistas.
Todos los grupos políticos libran una batalla en el terreno político. No existe en el horizonte económico una muestra clara de concordancia que asegure el futuro de nuestro país en materia energética. Lo único claro es que se necesitan bastos recursos económicos y estos por el momento no fluyen de ningún sector, ni publico, ni privado y si estos no llegan con prontitud, nuestro país corre el riesgo de quedar a la saga competitivamente en el entorno económico mundial.
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