Enrique Galván-Duque Tamborrel
Agosto / 2008
«Yo he visto engaños por verdad creídos»
Cervantes
Hay una gran presión política de parte de la izquierda, bajo el mando de López Obrador, para que se realice una consulta ciudadana sobre el futuro del petróleo y su industria en México, es decir, sobre cómo deberá reformarse la ley (no
Entre los intelectuales de izquierda y algunos académicos –aún los no ligados ni política ni emocionalmente a López Obrador–, también se respalda la idea de consultar al pueblo sobre PEMEX y el petróleo. Dos cosas, básicamente, se pretende conseguir con la participación ciudadana: que el petróleo y su industria sigan siendo mexicanos, lo que significaría lo que llaman "soberanía energética o del petróleo", y la no privatización de PEMEX.
Los promotores de la consulta han atacado la propuesta de reforma energética –sobre el petróleo– del Presidente Calderón, dando en general buenas muestras de no haberla leído o ignorarla intencionalmente. Lo importante ha sido estar en contra y calentar los ánimos populares frente al calderonismo y su partido.
En su campaña de promoción anti-Calderón en materia de petróleo (y de paso de lo que sea que de él venga), AMLO y su gente han buscado y obtenido una amplia oposición desinformada contra el proyecto de reforma. La gente arrastrada a reuniones y movimientos callejeros, esa que grita y exhibe letreros diciendo que "¡la patria no se vende!", y "¡no a la privatización del petróleo!", no ha dado muestras de saber de qué se trata. Simplemente repiten las consignas que les son dadas. Así lo han demostrado reportajes de prensa, al cuestionar a los manifestantes.
La posición tomada por los seguidores de AMLO es que no se debe entregar el petróleo a los extranjeros, ni tampoco a los capitalistas mexicanos, ni a nadie. Esta actitud demuestra claramente que esa gente no tiene ni idea de lo que propone y defiende Felipe Calderón. No saben, o no quieren saber, nada sobre las declaraciones reiterativas del Presidente: nadie, ni su gobierno, ni su partido, ni la población, queremos privatizar los hidrocarburos o Petróleos Mexicanos.
En estas condiciones, cualquier intento de consulta es un fracaso anticipado. Una vez que la gente seguidora de AMLO fue adoctrinada sobre lo que se quiere que piense, ya se sabe lo que diría en una consulta.
Pero la gran mayoría de la población, millones de mexicanos, no saben de qué se trata la reforma energética. Eso, a pesar de su constante mención en la prensa escrita y electrónica y los mensajes informativos oficiales. Esto es normal aquí y en China, pues a pesar de que la política propuesta es en principio muy simple, termina en una enorme cantidad de recovecos técnicos y toma de decisiones específicas.
Entre quienes apoyan la idea de la consulta, repiten una frase ya muy oída: "el pueblo no es tonto". Se supone así que la ciudadanía mexicana es sabia y que no se dejará engañar; y sí, en efecto, el pueblo no es tonto… pero sí influenciable.
Se olvidan, o más bien dejan de lado, algo muy importante, diferente de la inteligencia popular, y es la propia naturaleza humana. El hombre es dos cosas a la vez: razón y emoción. Esto se manifiesta en todas las actividades humanas: en la vida diaria, en las relaciones personales, y en las decisiones públicas.
Los mexicanos no somos distintos del resto de la raza humana, a pesar de las características propias de nuestro mosaico cultural nacional. Podemos decidir con la cabeza, con el corazón o con el vientre, y eso depende de muchas cosas, básicamente de lo que sabemos de un tema, de lo que queremos, y del estado emocional en que nos encontremos al tomar una decisión.
En esta forma, la consulta popular enfrentaría dos aspectos decisivos. El primero es que la gente no está informada de lo que realmente es la industria del petróleo, nuestra y mundial, ni sobre lo que se propone como reforma. Basta escuchar cómo se habla de defender el petróleo para que no se privatice, para que no se entregue a extranjeros, cuando nadie lo esta proponiendo. Bastó que AMLO pregonara falazmente que era una privatización disfrazada, para que el FAP desatara una propaganda insidiosa al respecto, basada no en que el pueblo es tonto –que no lo es--, sino que es muy influenciable.
Si se hace una encuesta cualquiera, su resultado dependerá de lo que se pregunte y de cómo se pregunte, y esto vale para cualquier pregunta, no solamente para consultar a la población sobre la reforma energética. ¿Por qué mejor no hacemos una encuesta sobre el conocimiento público del petróleo y del proyecto de reforma?
No es difícil imaginar cómo podría ser una encuesta con mentalidad perredista: "conteste sí o no a lo siguiente: ¿acepta la reforma energética que entrega el petróleo a extranjeros y al capital nacional?". ¡Sería tan fácil obtener el resultado buscado! Esto no es imaginación; el preguntar tramposamente para obtener el resultado buscado ya lo hizo AMLO en
Pero finalmente, toda consulta al pueblo no sería más que la manifestación de opiniones que serían muy diversas y contradictorias, si la consulta se hiciera correctamente. No tendría el pretendido valor decisivo que quieren darle.
En México no existe la figura del referéndum. Tampoco puede pretenderse que la población tome decisiones clave nacionales en voto directo popular. Para eso tenemos un sistema democrático constitucional: votamos y elegimos diputados y senadores, a quienes damos mandato para que decidan en nuestro nombre. Se dice que el artículo 26 constitucional permite la consulta, pero sólo se refiere a "procedimientos de participación y consulta popular en el sistema nacional de planeación democrática", y no puede extenderse a otros temas.
Finalmente, una consulta popular sería un ejercicio altamente frustrante, inválido gubernamentalmente, y motivo de más confrontaciones.
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