La muerte, que es el final para todo ser viviente, para los seres humanos es tema por demás importante. Según las ideologías religiosas, para unos es el fin de la vida terrenal, para otros el principio de la vida celestial. Hay otros que no les ha ido muy bien que la ven como una salida.
Alrededor de esta señora –"La Catrina", como se le dice vulgarmente en México-- se han despertado actualmente muchas pasiones, principalmente cuando se trata de definir cuándo, como y por qué se debe o se puede legalmente invitarla. En esto el debate se anima y se acalora.
El fuera el abogado de Chantal Sébire --mujer francesa que solicitó mediante una carta al presidente Sarkozy, el derecho a que se le aplicara un suicidio asistido. Sufría de un tumor degenerativo en la fosa nasal. Repentinamente se suicidó--, deja esta asociación pues considera que su opinión no encuentra eco en la misma. Se opone a defender el «suicidio asistido» de los que opinan que porque alguien cree que su vida en la vejez ya no tiene sentido, la sociedad los debe ayudar a suicidarse «limpiamente». Para él, las consecuencias y vertientes que pueden derivarse de este pensamiento son muy delicadas.
Opina que lo correcto sería procurar la eutanasia a enfermos en fase terminal en donde se ha comprobado médicamente una muerte inminente. Tal es el caso de Chantal Sébire, quien en Bélgica hubiera sido merecedora de un «suicidio médico», por tratarse de una enfermedad incurable.
El abogado cita que. sin embargo, en el caso de Mireille Jospin, quien se suicidó en plena salud, por miedo a la vejez, pocos días antes de su cumpleaños número 92, el derecho a un suicidio asistido no tiene sentido y es inaceptable legalizarlo en estos casos.
Por otra parte, e
n una entrevista que se publicó en el periódico francés Le Figaro, el ex vicepresidente de la Asociación por el Derecho a Morir con Dignidad, dijo que para él existe una libertad y un derecho de cualquiera a saltar por una ventana; sin embargo, ese derecho no tiene por qué ser reconocido por la sociedad para que se haga limpiamente. De hecho propone, deslindándose de hacerse cargo él mismo, la creación de una asociación por la evolución de la medicina paliativa y la legalización de la eutanasia.
Sin embargo, la medicina paliativa no es lo mismo que la eutanasia, es otro principio. En un futuro cercano algún miembro de esa asociación se dará cuenta que finalmente está de acuerdo con la medicina paliativa y no con la eutanasia, lo que daría origen a otra corriente de asociación.
Defender el derecho a morir comienza por enfermos terminales, luego por los que no quieren llegar a sufrir una enfermedad terminal, por los que no quieren envejecer, por los que se sienten tristes… Todos podrán llegar a ser argumentos válidos, porque sólo en el corazón de cada hombre y mujer se puede experimentar un sufrimiento tal, al grado de desear la muerte.
Pero los casos particulares, por muchos y dolorosos que sean, no pueden llevarnos a facilitar el suministro socialmente aceptado y legal de la muerte. Aunque hay que reconocer que hay a quienes, acostumbrados a ser útiles a sus semejantes, lo que realmente preocupa y asusta es llegar a ser inútiles para ello y ser carga de otros, les mortifica sobremanera tan sólo pensarlo.
Otro aspecto no menos importante, y que algunos consideran el verdadero meollo del asunto, radica en que a algunos seres humanos les gusta mucho esto de la "libertad". Una imposición de orden natural como la muerte, que llega sin avisar, resulta en la actualidad un "ataque" contra esa "libertad", que en estos tiempos ya no quiere ningún límite. Entonces, la "libertad" puede permitir al hombre ir al encuentro de la muerte cuando y cómo lo desee. Pobre Catrina, a ella que le gusta venir a sorprendernos, y ahora la sorprendida es ella.
Lo cierto es que en aras de un torcido concepto de justicia y libertad, se ha perdido el respeto completo por la vida, de principio a fin. Y cuando se pierde el respeto… pero… quien sabe, es fácil hablar de toros fuera del ruedo.
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