Por: Querien Vangal
Abril / 2008
Hay dos grandes tipos de virtudes: las infusas y las naturales. Las primeras las da directamente Dios y las segundas son el resultado de un continuo repetir actos buenos. Dentro de las virtudes infusas hay una subdivisión más: por una parte están las virtudes teologales y por otro las cardinales.
Las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) ordenan todas nuestras capacidades y fuerzas al fin sobrenatural que es Dios. Las virtudes cardinales (templanza, prudencia, justicia y fortaleza) disponen esas mismas capacidades y fuerzas pero a los medios que conducen al fin: ordenan los actos humanos a Dios.
Se llaman cardinales porque son como la bisagra o gozne sobre el que descansa toda la vida moral humana. También las llamamos cardinales porque son como ciertas condiciones necesarias para cualquier otra virtud.
Desde antiguo se han reducido las virtudes a cuatro principales. Filósofos como Sócrates, Platón, Aristóteles, Macrobio, Plotino y Cicerón hablaron expresamente de ellas considerándolas virtudes quiciales.
La Sagrada Escritura nos habla de las virtudes cardinales en el libro de la Sabiduría (Sap 8,7) al afirmar que nada hay más útil a la vida del hombre que la templanza, la prudencia, la justicia y la fortaleza: "Y si amas la justicia, los frutos de la sabiduría son las virtudes, porque ella enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza, las virtudes más provechosas para los hombres en la vida". Sin embargo, es opinión común considerar a san Ambrosio como el primero que las llamó cardinales.
¿Por qué hemos elegido este subtipo de virtudes y no otras? Porque las cardinales tienen una grande influencia sobre tantas otras virtudes anejas y subordinadas. Si considerásemos al mundo de las virtudes como un gran árbol, las cardinales serían las raíces. Es obvio que si queremos obtener frutos que perduren, trabajaremos de raíz.
¿Qué relaciones se pueden hacer entre medios de comunicación social y virtudes cardinales? Es fácil entender que para potenciar el recto y eficaz uso de los medios de comunicación, busquemos trabajar las raíces de cada una de nuestras acciones de manera que ese trabajo se convierta en un hábito bueno por el que, cada vez más espontáneamente, rechacemos instintivamente el mal que también ofrecen algunos medios de comunicación.
Si, como ya se ha dicho, las virtudes cardinales disponen nuestras capacidades y fuerzas a los medios que llevan al fin, y los medios de comunicación no dejan de ser canales que conducen a un fin último, Dios en definitiva, la relación está más que justificada. En buena medida tenemos parte del camino andado pues como dijimos al inicio, Dios nos ayuda pero también deja espacio a nuestra libertad para responder soberana y buenamente.
No está de sobra recordar qué es una virtud. El Catecismo de la Iglesia Católica dice que la virtud "es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige en acciones concretas" (Cfr. CIC no. 1803)
Sí, nosotros queremos el bien; más aún, a él tendemos. Deseamos actuar de una forma correctamente ética siendo fieles a nuestra conciencia cuando usamos los medios de comunicación dando así lo mejor de nosotros mismos. Aspiramos a optar, siempre y en todo momento, por el bien. A continuación vamos a ir ofreciendo reflexiones en torno a cada una de las virtudes teologales aplicándolas a líneas generales de acción más o menos concretas donde cada una de ellas se puede emplear o identificar su aplicación. Dado que el Internet ofrece un amplio campo para el ejercicio, vamos a hacer un énfasis sobre él si bien por analogía se podrá utilizar los comentarios para el cine, la radio, la televisión o la prensa escrita.
Pero antes de ir a las reflexiones, conviene tener presente dos aspectos valiosísimos que no podemos dejar de lado y que debemos recordar a lo largo de la lectura de este texto pues, en última instancia, queremos crecer en la vivencia de las virtudes no sólo en su relación específica con los medios de comunicación sino también en todas las demás dimensiones de nuestra vida. Y para crecer debemos recordar que no estamos solos: tenemos a Dios.
A) Las virtudes crecen de tres formas:
A.1 Mediante la educación: por eso no están demás las enseñanzas aprendidas en el hogar ni los valores que guardan relación con las virtudes que se aprenden ya no sólo en la familia sino también en la escuela, de la cultura y de la sociedad.
A.2 Mediante actos deliberados: todos nuestros actos son libres. Tenemos libertad de acción. Pero nuestras acciones tienden a ese principio inscrito en nuestro interior: hacer el bien y evitar el mal. Indudablemente podemos abrazar el mal, pero sólo mediante actos buenos podemos fortalecer los buenos hábitos y ser así más virtuosos. Si fuese al contrario, seríamos viciosos pues el vicio entraña el mal.
A.3 Mediante la perseverancia en el esfuerzo. Es un dato de experiencia el que algunas veces obramos el mal, que sucumbimos. Sin embargo podemos levantarnos y proseguir la lucha para ser mejores. También es un dato de experiencia el que las buenas acciones cuesten alcanzarlas. El esfuerzo es el empleo enérgico de la fuerza física contra algún impulso o resistencia; el empleo enérgico del vigor o actividad del ánimo para conseguir algo venciendo dificultades.
B) La gracia divina las purifica y las eleva
No hay que perder de vista que en la vivencia y fortalecimiento de las virtudes contamos con la ayuda de Dios que quiere que las vivamos y transmitamos haciendo percibir la belleza que entrañan. A la educación, libertad correctamente empleada y esfuerzo constante se une la bendición de Dios.
1. La prudencia
La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. Ya lo dice el libro de los proverbios: "El hombre cauto medita sus pasos" (Prov 14,15).
En las antiguas Grecia y Roma, el hombre que gobernaba los caballos de los carros en las carreras de circo era llamado auriga. Muchos han visto en la virtud de la prudencia a ese auriga de todas las demás virtudes ya que las conduce indicándoles su camino. Así, el hombre prudente decide, ordena y guía su conducta según el juicio de la prudencia.
La prudencia abarca virtudes acerca del conocimiento (memoria, entendimiento, docilidad, sagacidad, razón, circunspección, providencia y precaución), la synesis (virtud que nos ayuda a juzgar según las reglas comunes) o el consejo.
En su relación con los medios de comunicación social, esta virtud nos enseña:
A. Respecto a la prensa escrita: a ser precavidos cuando leemos artículos o noticias que pueden afectar las verdades fundamentales de la ley natural y de la fe, viciándolas, adulterándolas o sembrando la confusión en nuestro interior con el consiguiente riesgo de afectar luego a otros. No podemos "pecar" de soberbia considerándonos lo suficientemente maduros como para prescindir de ella. Es verdad, como lo hemos dicho en alguno de nuestros artículos, que podemos educarnos en la lectura de la prensa a través de su análisis y confrontación. Aquí se presupone todo cuanto se ha dicho en esos otros lugares.
B. En relación con la radio y la música: aquí también podemos aplicar lo dicho en el punto anterior si bien va no a la lectura cuanto a la audición de programas y música. La prudencia nos ayudará a renunciar a la música que puede conllevar a varios males como la dispersión mental, la asimilación inconsciente de criterios no aptos para el hombre o la incitación a determinadas acciones (pienso, por ejemplo, en la música violenta con letra agresiva que invita a actos vandálicos). Es muy conocido que algunas películas y programas de televisión han influido en la manera de comportarse de miles de jóvenes de entre los cuales han salido asesinos en escuelas, por ejemplo, de diferentes ciudades de Estados Unidos aunque no únicamente allá.
C. En relación al cine, la televisión y el Internet: siendo que en estos tres medios de comunicación ocupa un lugar destacado el campo visual y siendo que el triste desarrollo de la pornografía se extiende ya no sólo a productos específica y totalmente pornográficos (hoy por hoy, muchas películas o programas de televisión con argumentos varios y proyectados a plena luz del día recurren a escenas llenas de erotismo o tal cual a la pornografía pues saben que provocan morbo y curiosidad malsana y en consecuencia son causa de mayor audiencia).
La prudencia nos ayudará a evitar toda aquella ocasión que nos lleve a buscar la lujuria de la vista (que las más de las veces lleva a la de la carne) dando al acto sexual la justa reivindicación que tiene dentro del marco del amor conyugal del verdadero y único matrimonio posible: el de un hombre y una mujer. Concretamente en Internet, nos dará la certidumbre de que renunciaremos a ver pornografía cuando no la buscamos y que ni siquiera pasará por nuestra mente el ir a la caza de ella.
2. La justicia
En la Sagrada Escritura el hombre justo es relacionado con el personaje que se distingue por su rectitud habitual de pensamientos y conducta hacia el prójimo. Tradicionalmente se ha definido la justicia como la acción de dar a cada uno lo suyo.
La justicia comprende virtudes como la religión, la piedad, la obediencia, el justo castigo, la fidelidad, la simplicidad, la afabilidad, la liberalidad y la equidad.
Justicia, entonces, implica que de hecho le estamos dando un lugar a los medios de comunicación; significa que les estamos dando o les debemos dar el auténtico lugar que deben ocupar en la vida de la sociedad; es decir, que los estamos valorando correctamente.
Puede surgir una duda: ¿y cuál debe ser esa correcta valoración? Ayuda pensar una y otra vez que son "medios", no fines. Sólo la persona humana y Dios son fines en sí mismos. Puede estar latente la tentación de convertirlos en fines invirtiendo en ellos todo nuestro tiempo irresponsable e injustamente. Los medios de comunicación nunca sustituirán, por ejemplo en el mundo de Internet, el valor de la relación persona a persona. No podemos abstraernos de la realidad. Se puede hacer uso de Internet para enriquecer las relaciones interpersonales en su justa medida a través del chat o el messenger, pero jamás ese medio suplirá nuestro ser social que como humanos llevamos intrínsecamente.
La virtud de la justicia también hace referencia a un derecho tristemente violado y cada vez con mayores posibilidades de impunidad: la propiedad intelectual. Me refiero, sobre todo, a la prensa y el mundo editorial impreso y digital, a la música y a la cinematografía. ¡Con qué facilidad se presentan en la escuela –incluso a nivel universitario– trabajos descargados de portales de Internet o transcritos de alguna enciclopedia o libro sin citar la fuente o al autor! Ni qué decir del negocio en que se ha convertido la música robada y difundida en varios portales o de la exhibición y transmisión no autorizada de películas que aún no salen oficialmente al cine o a la venta que solemos conocer con el nombre de piratería.
Tampoco parece que sea justo lucrar con la mentira (caso de algunas agencias de información, periódicos y noticieros de radio o televisión), el sexo (más reprobable aún si es con menores de edad) que venden continuamente y al que se solivianta en la publicidad, programas, páginas de Internet y música. Y si ya de por sí nos es natural identificar la injusticia de quienes la promueven y difunden, ¿qué no se puede pensar de quien la compra?
3. La fortaleza
La fortaleza es la virtud que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral.
Ligadas a la fortaleza están virtudes como la magnanimidad, magnificencia, paciencia, longanimidad, perseverancia y constancia.
Es más o menos frecuente que al navegar por Internet aparezca algún anuncio poco digno en su lenguaje, publicidad excitante, personas que a través del chat nos estimulan a actividades ilegales e inmorales (venta de droga, por mentar un caso) o a pornografía. Somos humanos, somos capaces de caer; pero quien es fuerte puede dominarse e inclinarse por el bien renunciando a la tentación del mal. Y si además tiene las debidas motivaciones espirituales, sabrá ofrecer ese autodominio en bien y progreso de sí mismo: se perfeccionará como hombre y nutrirá aún más sus hábitos buenos.
La fortaleza dice perseverancia en el recto uso de los medios de comunicación; recto uso que significa: momentos adecuados para utilizarlos, tiempo invertido en ellos, jerarquizar prioridades, etc.
4. La templanza
La templanza es la virtud que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. La persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana discreción y no se deja arrastrar para seguir sus pasiones. Con razón se dice que un hombre templado es señor de sí mismo.
A la templanza relacionamos virtudes como la vergüenza, honestidad, abstinencia, sobriedad, castidad, virginidad, continencia, mansedumbre, clemencia y modestia.
¡Cuántas veces acudimos al televisor, a la música, al Internet o al cine no por necesidad sino como evasión de las exigencias de la propia vida! Sí, es verdad que uno de los objetivos secundarios de los medios de comunicación es también el de procurar un descanso al cuerpo y al espíritu. Pero cuando disfrazamos el necesario descanso siendo en realidad pereza, desgana o búsqueda placentera de comodidad a como dé lugar, estamos en riesgo de pasar a un inadecuado uso de los medios de comunicación. Y es que si no nos colocamos límites, fácilmente nos podemos dejar llevar por los placeres.
Conclusión
Mucho puede ayudar en la aplicación y vivencia diaria de cada una de estas virtudes en su relación con en el uso de los medios de comunicación social, el identificar en cuál de ellas debemos trabajar más o dónde están principalmente nuestras dificultades. Como dijimos al inicio, las virtudes cardinales son las raíces de un frondoso árbol donde muchas otras son las ramas verdes y lozanas.
No hemos pretendido abarcar todos los momentos en los que se puede vivir cada virtud. Seguramente que con el tiempo se podrá ir bajando a circunstancias más concretas. Es tarea de cada uno aaprovechar las oportunidades que se nos presenten para el propio crecimiento y la consolidación de los buenos hábitos.
Evaluar las posibles mejorías tras unos meses de ejercicio y práctica puede servir de faro para analizar si efectivamente estamos poniendo las herramientas necesarias para ir adelante o si estamos estancados en algún punto.
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