domingo, 28 de marzo de 2010

El Mito

 

Por: Antero Duks

Abril / 2008

 

"La diferencia entre lo real y lo irreal, el inestimable privilegio de lo real, reside en que hay menos realidad en la realidad por no ser esta más que la irrealidad negada, apartada  por el enérgico trabajo de la negación y por esa negación que es también el trabajo" Maurice Blanchot. El libro que vendrá.

 

Hasta hace relativamente poco tiempo estaba convencido de la importancia y el valor revestidos por un trabajo como este. Aproximarse al pensamiento mítico intentando argumentar su validez frente al racional: hoy juzgo evidente esa validez pareciéndome absurda su no consideración.

 

Sin embargo, esta aseveración no ha de impedir el esbozo del trayecto. Si la lectura de textos referentes al tema son los culpables del repentino cambio, estas hojas deberán consignar las líneas generales trazadas en ellos. La meta es clara, el ocasional lector lo advertirá.

 

Atravesar el camino sinuoso que representa la escritura es, no obstante, el propósito de esta nota.

 

Toda aproximación que hagamos al mito está auscultada por la razón. No podemos escapar al tiempo ni al espacio que nos corresponde; no podemos escapar a la Historia. Donde penetra el juicio con su afán iluminista el mito comienza a envanecerse: el ensayo es, quizás, el medio más concreto para soportar ese fenómeno. La poesía podría ser una forma más fiel al acercamiento del mito pero dejaría de "comprenderse totalmente por sí misma y en sí misma".
Señalo pues el carácter moroso de cualquier trabajo referente al mito porque en él, en el mito, son condensados otros procedimientos, otra lógica. Una dificultad procedimental representa esta aproximación.

 

Pierre Grimal conviene en "llamar <<mito>>, en sentido estricto, a una narración que se refiere a un orden del mundo anterior al actual, y destinada no a explicar una particularidad local y limitada – éste es el cometido de la sencilla <<leyenda etiológica>>-, sino una ley orgánica de la naturaleza de las cosas".
De manera que se tiene ya una clara taxonomía: por un lado está el mito y por otro el acto heroico, por uno las leyendas etiológicas y por otro los cuentos populares. Los doce trabajos de Heracles no pertenecen estrictamente al terreno de lo mítico con todo y que involucren elementos sobrenaturales o maravillosos; la historia de Eco y Narciso hace parte de la cultura helénica como cuento popular. El mito lo hallamos en el origen: en un momento primigenio aparece revestido de carácter simbólico, contrario a los ciclos heroicos "…que se van formando en el curso de una larga evolución" y su valor simbólico "…no se logra hasta el término de su existencia, cuando sus distintos episodios se le han incorporado en el grado suficiente para poder, en conjunto, revestir una significación única". Urano y Gea; los doce titanes; el Caos, padre ausente de todos ellos: allí está el mito en su forma pura, compilado en la Teogonía de Hesíodo y también en Los trabajos y los días.

 

"Y primero parió a Gea a su igual en grandeza, al Urano estrellado con el fin de que la cubriese por entero y fuese una morada segura para los Dioses dichosos.

 

Y después parió a los Oreos enormes, frescos retiros de las divinas ninfas que habitan las montañas abundantes en valles pequeños; y después, el mar estéril que bate furioso, Ponto; pero a éste lo engendró sin unirse a nadie en las suavidades del amor. (…). Y el último a quien parió fue el sagaz Cronos, el más terrible de sus hijos, que cobró odio a su padre vigoroso".
En el relato, que no ha de inventar Hesíodo sino que recoge una tradición oral aparentemente "sistematizada", descansan las fuerzas elementales de la naturaleza: poderes creadores que necesitan ser bautizados; imágenes que dan corpus a un afán del orden humano por señalar un "algo" extraño a la razón. Pero debo moverme con cautela al esgrimir estos juicios. Grimal advierte que el mito es a su vez medio y fin. "Se lo cree o no, según plazca, por un acto de fe, si se le juzga "bueno" o verosímil, o simplemente si se desea creerlo. Así, encontramos que el mito atrae hacia sí toda la parte irracional del pensamiento humano".

 

Se contrapone un mundo interno ausente de claridad a uno externo que goza de aparente calma (en el sentido de ser distinguibles sus partes). No se afirma la oscuridad inherente a una época –más adelante intentaré abarcar este punto- sino la confirmación de un caos existente ayer y hoy pero reconocido y validado por el mecanismo simbólico que el mito propone.

 

"El mito pinta una imagen, un símbolo, si se quiere, da una realidad que no se podría expresar de otra manera. Es muy probable que para el poeta mismo, el episodio sólo sea un medio de expresión, una forma de revelación que ayuda a concebir el misterio del mundo, pero que no debe tomarse al pie de la letra". El mito, así, no sólo abarca y señala, sino que confirma, la existencia de la heterogeneidad; en su funcionamiento no es partícipe la negación, y si lo es, representa una parte más de lo posible. Si se piensa el mito como la narración de lo irreal (mirada obtusa heredada del racionalismo), entonces estamos con Blanchot al recordar que la irrealidad recubre a la realidad mientras la segunda se limita a negar la primera.

 

El mito es el mecanismo llamado a narra en todas sus formas la Realidad.
Erramos cuando, buscando justificar el pensamiento mítico, conturban la mirada los fenómenos del mundo, del universo. Intentar definir el mito sólo por su carácter explicativo es ver sólo el engranaje de un mecanismo mayor. No obstante, esta advertencia no anula la posibilidad de percibir y anotar algunas analogías entre el mito y ciertos fenómenos que conocemos a través de la Historia (de otras de sus fuentes).

 

Aquí es importante señalar la recurrencia no sólo a la forma pura del mito sino también a las leyendas y ciclos heroicos. Respecto a estos últimos dice Grimal que "todos los pueblos los tejen en un momento de su evolución, es decir, relatos maravillosos en los cuales creen por un tiempo, al menos en cierto grado. Lo más frecuente es que las leyendas pertenezcan al dominio de la religión porque hacen intervenir fuerzas o seres que se consideran superiores a los humanos. Estas se presentan como un sistema más o menos coherente de explicación del mundo; cada una de las proezas del héroe, cuya hazaña se cuentan, lo presentan como un creador y repercuten en el universo entero".

 

Sabemos que los cretenses practicaban juegos de habilidad con toros, saltando sobre el lomo de los animales en el momento de la embestida. El toro de Minos, el Minotauro, podría ser la variación de la práctica ancestral.
Por otra parte, en Grecia hacia los siglos XII al VIII A.C. la escritura no había surgido y el acerbo cultural se transmitía oralmente. ¿Cómo no sacralizar esta necesidad concediendo el don de la memoria a Mnemosyne a quien debía invocarse para recordar las grandes gestas? Precisamente la Ilíada , poema ágrafo, comienza con una invocación a la Musa ante la inmensidad que se apresta a ser cantada.

 

Ahora, la cultura griega veía las relaciones de los hombres entre sí y con el medio ambiente en términos de un conflicto permanente. "Juzgaba el comportamiento humano según unas pautas que aprobaban la defensa a ultranza del <<honor>>, de la posición social y <<la dignidad>>, contra cualquier insulto o humillación (real o imaginada) y aceptaba, en el teatro , con comprensión apasionada, todas aquellas obras cuyo motivo cultural era la venganza violenta y el desquite, tanto sobrenaturales como humanos". Es natural entonces que entre las deidades figuren seres como Ares, numen de la guerra ; que Hera decida fastidiar a Hércules producto de su ira contra Zeus; que Atenea posea un espíritu guerrero; que Apolo y Artemis sean eximios en el manejo del arco; que Afrodita, Atenea y Hera entren fácilmente en una disputa por su belleza que termina involucrando a los aqueos y troyanos.
En el mito se exalta lo bello, lo fuerte, lo apto. La vida. Para los griegos "… el más terrible de los males era cualquier apariencia de fracaso, de debilidad o dependencia".

 

En fin, se observan sincronías en las prácticas y el ser monstruoso; en la necesidad y la existencia de una deidad protectora que la supla; de una característica cultural que posee su correspondencia en el Olimpo.
Frente a este tipo de semejanzas suelen tejerse las teorías que gravitan en torno al mito y allí es necesario optar por la mesura. No puede pensarse que cada relato y episodio se estructura sobre un hecho cognoscible; hacerlo significa negar el asombro del mito frente a "lo otro", lo extraño que no sólo incluye lo inexplicable del mundo externo sino lo confuso del interno.
La extrañeza y el desconocimiento engendran un orden dentro del mito. Los dioses poseen apetitos como los individuos pero el hecho de estar distribuidos en una familia , Zeus a la cabeza, supone la presencia de un Orden. El mito prefigura un Cosmos, no un Caos.

 

"Dos rasgos caracterizan el nuevo pensamiento griego, en la filosofía. Por una parte el rechazo, en la explicación de los fenómenos, de lo sobrenatural, de lo maravilloso. Por otra parte, la ruptura con la lógica de la ambivalencia; la búsqueda, en el discurso , de una coherencia interna, a través de una definición rigurosa de los conceptos, de una neta delimitación de los niveles de la realidad, de una estricta observancia del principio de identidad ". Siguiendo la convención que señala al nacimiento de la filosofía junto a la muerte del mito, el triunfo de la razón, se asiste a la aparición de toda una lógica encargada de construir sobre la negación. El propósito aquí no es detenernos en el pensamiento racional pero a partir de este punto es posible señalar aquellos juicios emitidos en detrimento del mito. La profundización que del tema se ha hecho permite exponer los argumentos empleados en su contra (el enunciado evidencia el error como se verá).

 

Es importante advertir a su vez que "el mito se opone al logos como la fantasía a la razón, el texto que relata, al que demuestra". Pero esa oposición no tiene por qué suponer necesariamente la negación de uno de los dos. Cada uno posee rasgos característicos, preocupaciones, procedimientos: lo que juzgo conveniente anotar es que el pensamiento racional se reconoce a sí a través de la negación de lo otro.

 

Con Evémero se funda ya hacia el siglo VI A.C. una interpretación del mito que, casi siempre bajo desaciertos, pretende entender los relatos a la luz de la razón sin apelar a otro medio que ésta. El evemerismo pretendió que los Dioses fueran grandes hombres del pasado sublimados por sus grandes actos. En este razonamiento opera la negación de lo fabuloso y fantástico, impidiendo cualquier tipo de oportunidad dentro del pensamiento mítico.

 

En la Edad Media el simbolismo quiso explicar el pensamiento mítico como una forma insipiente y rudimentaria de filosofía. Decían –luego en el siglo XIX Creuzer se sumó al debate - que los pueblos de la antigüedad no podían acceder al conocimiento completo de las cosas y por tanto se presentaban ante ellos nociones difusas que transformaban en mitos . El error vendría luego por parte de quienes interpretaron los textos observando en ellos presencias del orden fantástico.

 

Con el Racionalismo del siglo XVIII la preocupación vuelve a hacerse manifiesta: aparecen con él y después de él los trabajos de los enciclopedistas, del lingüista Max Müller, del antropólogo Lèvy-Strauss y del mismo Sigmund Freud .

 

Para el lingüista Müller las divinidades eran originariamente nombres dados a las fuerzas naturales; antes ya se habían atribuido los nombres a los animales que supuestamente se erigirían en motivo de culto. En general los racionalistas terminan juzgando el Mito como una forma menor de pensamiento, como la expresión de pueblos involucionados, como la materialización de la ignorancia. Afirmar que tienen razón significa, dice Octavio Paz , aceptar que el tiempo es lineal, conceder que el mundo evoluciona, recibir al espíritu positivista creyente en el progreso, valorar lo antiguo sólo en relación (y comparación, y juicio) con el presente.

 

Vernant ha intentado, no sé si conciliar, pero al menos profundizar ambos conceptos diciendo que "(…) las cosmologías de los filósofos reinterpretan y prolongan los mitos cosmogónicos. Ellas suministran una respuesta al mismo tipo de cuestión: ¿Cómo un mundo ordenado ha podido emerger del Caos? Ellas utilizan un material conceptual análogo: detrás de los "elementos" de los filósofos jonios, se perfila la figura de antiguas divinidades de la mitología ".

 

El Mito se introduce en la ciencia moderna a través del psicoanálisis , se hace presente en el poema, es anunciado cuando surge el problema de "lo otro". No puede el pensamiento racional anularlo porque se conserva indemne en la figura de lo irracional emanado por cada individuo.

 

Terminamos diciendo junto a Barthes: "La narración de los acontecimientos pasados que habitualmente en nuestra cultura, a partir de los griegos, está subordinada a la sanción de la "ciencia " histórica, colocada bajo la imperiosa caución de lo "real", justificada por principios de exposición "racional", ¿difiere verdaderamente en algún rasgo específico, en una pertinencia indudable, de la narración imaginaria tal como puede encontrarse en la epopeya, la novela y el drama?

 

 

 



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