domingo, 28 de marzo de 2010

Un hecho ignominioso

 

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel

abril / 2008 

 
Pepito y Manolín, dos buenos amigos identificados por aquellas cosas raras que suceden y que pueden explicarse; el primero era vivaz, activo y hablantín, y el segundo era todo lo contrario; eso si traviesos al cual más.   Cierto día en que estaban platicando y planeando sus travesuras, Pepito le dice a Manolín: --"Oye fíjate que me he dado cuenta de que es fácil adivinar hechos futuros".  Manolín se quedó absorto, y después de un rato contesta: --"No sé por qué dices eso".  Pepito, inmediatamente revira: --"mira, por ejemplo, yo te aseguro que esta tarde me pega mi mamá un regaño fuerte, con sus nalgadas de por medio".  Manolín, se queda como pasmado, y lento en su reaccionar, le contesta: --"A poco de veras eso sucederá".   Entonces Pepito, rápido en su accionar y sin decir más, toma una piedra del suelo y la arroja a la ventana de su casa, produciendo un estruendo.  La mamá de Pepito no estaba en casa en ese momento; cuando llega al mediodía, ve de inmediato el daño, inmediatamente entra en averiguaciones y como resultado llama a Pepito y le pega un sonoro regaño acompañado de una fuerte nalgueada.  Por su parte Manolín, observando todo aquello, se dice a si mismo: "De veras, Pepito adivinó".
 
El domingo 14 de abril de 2008, siguiente a la toma del Congreso por las huestes pejistas, se celebró un mitin del Frente Amplio Progresista (FAP)  --de progresista tiene lo que yo de marciano--, AMLO, al inicio de su perorata, con una sonrisa de soberbia y burlona, dijo, palabras menos palabras más: "Ya lo dije aquí antes, lo dijimos antes de la acción –refiriéndose desde luego a la toma del Congreso--, que todos se nos iban a echar encima, que nos iban a tundir de palabras altisonantes".  ¡Caramba qué visionario es el Peje!, entonces me acordé del cuento de Pepito y Manolín.
 
Pero pasando de lo chusco a lo serio, que es como realmente se debe ver este increíble y lamentable asunto.  Y digo increíble porque así resulta, ya que a estas alturas, cuando pensábamos que, aunque a tropezones y a traspiés, ahí íbamos caminando para consolidar una verdadera democracia, nunca era de esperarse, a pesar del loco, que sucediera un hecho de estas dimensiones.   Lo de lamentable, porque no creo que haya alguien, con un poco de cordura, que festine el hecho --salvo desde luego los paniaguados del Peje que lo llevaron a cabo y lo siguen sosteniendo (escribo esto siendo las 13 horas del 24 de abril de 2008)--, al contrario lo deplora.
 
Hoy me desayuné con la noticia de que el IFE ordenó a la televisión que suspendiera la transmisión del video patrocinado por una sociedad civil. ¡Que, qué! ¡Acabáramos!, vamos bien, la democracia viento en popa.  Cabe la pregunta: ¿por qué el IFE interviene si no estamos en tiempos de campañas electorales?  Además AMLO no es candidato de nada, es un ciudadano más, loco, revoltoso y peligroso, pero ciudadano al fin.  Por otra parte, si en cambio, están coartando el derecho ciudadano de libertad de expresión.  Si estoy equivocado agradecería que alguien me lo explicaran, pero por lo pronto así lo interpreto.  Cuantas veces el señor López Obrador ha insultado al Presidente de la República y a las Instituciones de la República y ni quien le diga nada, en cambio una organización civil, que no ofende a nadie, solamente establece una similitud razonada, la callan.  ¿Es esto democracia?
 
El señor López Obrador es un dictador en ciernes, su voluntad tiene que acatarse como acto de fe, como diría mi compadre Cayetano, al más puro lenguaje coloquial: "aquí sólo mis chicharrones truenan".  Sus paniaguados, incondicionales a ultranza, lo son por conveniencia, "andan en la bola a ver que sacan de ella".  Son como el grupo de los "científicos" –guardando la debida proporción--  de la época de Porfirio Díaz.  Durante aproximadamente los últimos doce años de dicho régimen, los "científicos" se pegaron como lapa al dictador por puro interés mezquino.  Lo alababan en grado superlativo, le besaban los pies –por no decir otra cosa--  hasta hacerlo que se sintiera Dios, el "imprescindible", y así, cobijados bajo su sombra, cometer un sinnúmero de pillajes y atrocidades.  Así son estos paniaguados del Peje; malaya sea la hora en que aparecieron en escena, pero no durarán mucho, acabarán tarde o temprano --espero que por el bien de mi patria sea más temprano que tarde--  como ha pasado en casos similares y en otras latitudes.
 
Confieso que al escribir esto, siento que se me retuercen las entrañas, por el gran pesar que siento al ver a mi Patria sometida a este tipo de agresiones.  Además, agresión perpetrada por supuestos mexicanos, que yo los marcaría como traidores ya que están cometiendo un crimen de "lesa patria".
 
El complemento de la ignominia
 
Para completar el cuadro de un hecho ignominioso, los "brillantes" legisladores golpistas de la FAP –al PRD ya lo quebró AMLO--  todavía hicieron gala de un cinismo "sublime" y con gran desfachatez declararon que: "defender a la patria no era hacer el ridículo", como los calificó el Presidente Calderón.  En ese momento se oyó un gran estruendo, la tierra mexicana retumbó, y se oyó una voz que, como viniendo de ultratumba, diciendo: "No me ayuden compadres, si quieren ayudarme trabajen con ahínco, responsabilidad y honestidad".
 
Manolín va a casa de Pepito y se lo encuentra guardando en una mochila: su itacate, un juego de ajedrez, un fajo de revistas de historietas cómicas y un sarape.  Azorado Manolín le dice: --"¡Órale!,  ¿pues dónde vas?".  Pepito le contesta: --"Voy a defender a la patria a la Cámara de Diputados".  Manolín lo único que alcanzó a decir fue: ¡zopas!
 
Para finalizar, dejo en el aire dos preguntas:

1.- Andrés Manuel López Obrador ha dicho una y mil veces que es demócrata, juarista y que ama a su patria.  ¿Realmente reúne esos atributos, cuando actúa precisamente a la inversa?

2,- El Frente Amplio Progresista (FAP) ¿realmente es progresista cuando hace lo que está haciendo: provocando retroceso?

 
Lo peor: ellos creen que le están haciendo un bien al país.  Que son los "soccorritori della patria", como alguna vez gritaran en Italia Mussolini y sus huestes.


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