sept. /2008
Carlos Vera se fue a China en 2005 con una maleta cargada con sólo dos cosas: sus ilusiones y una máquina para hacer tortillas.
Aunque la idea inicial era cursar un MBA, la negativa de una beca cambió sus planes y este mexicano de 34 años tuvo que partir con 4,000 dólares en la bolsa y la idea de conseguir una oportunidad gracias al boom económico que vive esa nación.
Ahora, es reconocido como el primer mexicano que vendió tortillas en el país asiático, aún antes de la llegada de cadenas como Gruma y El Fogoncito, que en un tiempo se surtió con sus productos.
Había pedido una beca al gobierno chino, pero como mi título de Administración de Empresas no fue emitido a tiempo, me la negaron. Ya tenía todo listo para el viaje, había renunciado a mi empleo y vendido todas mis cosas, así que decidí irme de todas formas, dice en entrevista desde Beijing este egresado de la Escuela Bancaria y Comercial (EBC).
Así que en compañía de un amigo de la infancia que ya había estado en China, Carlos llegó a un país donde su primera dificultad fue comunicarse con los demás.
Renté un pequeño departamento de 1,800 yuanes atrás de una universidad, y decidí que tenía que aprender el idioma, o de otra manera tendría que regresarme, recuerda.
Ya inscrito en la universidad tomó un curso de chino-mandarín que le permitió explorar más allá de los tres metros cuadrados que medía su departamento.
Fue la necesidad de continuar con una dieta mexicana lo que lo llevó, junto a su amigo Julio César Delgadillo a buscar en las centrales de abasto materias primas para elaborarla comida típica, incluyendo las tortillas.
Las primeras que hicimos eran horribles, porque el proceso era sumamente artesanal: compramos maíz, lo pusimos a secar, lo nixtamalizamos e hicimos las tortillas. Con el paso del tiempo encontramos maíz blanco más adecuado y perfeccionamos la técnica, dice el administrador de empresas.
La mejor promoción que tuvieron fue la recomendación de boca en boca, pues en una de las comidas mexicanas que organizaban para sus compañeros, una pareja inglesa les encargó el primer banquete que dio inicio a su empresa.
Después de este pedido, las órdenes de comida comenzaron a venderse prácticamente solas. Fue tal la difusión, que un empresario mexicano ofreció asociarse con Carlos para proveerlo de tortillas. Él seguiría con la comida.
Al principio todo marchaba bien, pero luego de diferencias por el enfoque del negocio entre los socios y la falta de apoyo económico para un marketing adecuado, Carlos decidió continuar sólo con Delgadillo.
Este empresario quería invertir sólo en infraestructura, pero nunca apostó por la promoción del producto, que era esencial, sobre todo por las barreras culturales de los chinos, dice Vera.
Y es que estas diferencias atentaban contra la comida mexicana, pues en ese país el maíz se usa solamente como forraje, por lo que el segundo gran reto fue convencer a los chinos de comer lo que ellos consideraban alimento para animales.
La estrategia del mexicano fue tan sencilla como ingeniosa: usó el gusto de los chinos por la imitación. Así en diferentes comidas, los orientales, ya por educación u el simple gusto de copiar, comenzaban a comer lo mismo que él y sus compatriotas latinos.
Una vez que adquirieron dicho gusto y con u capital registrado de 500,000 yuanes, en abril de 2007 Carlos Vera comenzó a operar Banquetes Garibaldi, empresa dedicada a la distribución de tortillas y comida típica mexicana.
En septiembre de ese mismo año y con una inversión adicional de 100,000 yuanes, Banquetes Garibaldi obtuvo la licencia oficial para operar en China.
Actualmente sus clientes son en su mayoría europeos, ingleses y latinos. A la lista también se suman gobernantes y diplomáticos.
Cada día enfrenta una demanda de hasta 60 comensales, quienes por 22 yuanes obtienen el paquete más barato. El de mayor precio cuesta 49. todos incluyen frijoles, arroz y un guisado.
China es un país mágico y excelente semillero para invertir, el dinero está, lo único que hace falta es estudiar el mercado y perder el miedo a emprender, dice Vera, quien pese a no tener una mención oficial, es conocido en la política de ese país como el embajador de la gastronomía mexicana.
Vera espera finalizar este 2008 con una ganancia de 70,000 dólares, que ayudará a la apertura de un próximo restaurante. Mientras, prepara una comida especial para la clavadista Paola Espinoza, quien hizo la promesa de ir a comer luego de terminar su participación en las Olimpiadas.
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