Querien Vangal
Sept. / 2008
El pasado mes de septiembre el Rector de la Universidad Panamericana expresó su manera de pensar respecto al controvertido tema de la despenalización del aborto en nuestro país.
"En días recientes, la Suprema Corte de Justicia de la Nación dictaminó que la despenalización del aborto no atenta contra los criterios constitucionales rectores de nuestro país. La decisión me parece grave, pues violenta principios jurídicos fundamentales. Por lo anterior, y en virtud de que la Misión de nuestra Universidad es la búsqueda de la verdad, he considerado conveniente compartirles algunas reflexiones —seguramente cada quien tendrá las propias. Se trata de ideas enraizadas en el espíritu fundacional de nuestra institución, pensamientos que ya nos orientan y cuya difusión puede resultar propicia y fértil dada la coyuntura histórica en la que se encuentra nuestro país."
El derecho a la vida es la fuente de todos los demás derechos; éstos nos advienen puesto que estamos vivos. Desde el momento de la concepción hay suficientes evidencias de la existencia de un nuevo ser personal, además de los argumentos de sentido común que apuntan a señalar que la unión entre un óvulo y un espermatozoide produce una nueva vida humana. No hay evidencia científica alguna que señale un cambio sustancial posterior que permita hablar de una vida prehumana y posteriormente de una vida humana. La carga de la prueba de la ausencia de vida humana debe recaer en quienes la niegan y, hasta ahora, no sólo no la han aportado sino que sistemáticamente han rehuido el tratamiento del tema.
Todo orden jurídico rector se funda en la protección de los más desvalidos. Con la votación habida en la SCJN se ha desprotegido a quienes no tienen medios para preservar sus propios derechos. El Estado y su fuerza han de estar al servicio de quienes menos pueden y, en este sentido, se desfavorece la posición del nonato que, a todas luces, es quien merece una mayor defensa.
Es verdad que tras muchas decisiones de aborto se esconden tristes tragedias de mujeres víctimas de abuso y abandonadas por la irresponsabilidad de algunos varones y por la indiferencia de su entorno social. Sin embargo, es también patente que una injusticia no se remedia con otra y que, como bien ha advertido Sócrates, es éticamente superior quien es capaz de padecer una injusticia antes que cometerla1.
Las leyes han sido siempre uno de los configuradores del entorno ético de una sociedad. No puede perderse de vista que los valores sociales se preservan con leyes eficaces. Así lo han advertido grandes pensadores que, como Kant, nos han legado principios morales que conllevan una perfección del hombre tratando de sacar lo mejor de sí mismo: "Obra de tal modo que tomes a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como fin y nunca meramente como medio". Esperar de los hombres lo más alto y no conformarse con soluciones sencillas ha sido siempre la aspiración de quienes han confiado en que el hombre es capaz de superar sus dificultades.
Finalmente, quienes estamos a favor de la vida no pretendemos que se penalice el aborto para subyugar a las mujeres, sino para resaltar la importancia y el respeto que merece toda vida humana. Esta nueva determinación jurídica implicará, por parte de los defensores de la vida, una participación más creativa y generosa para ayudar a las mujeres que enfrentan en soledad un embarazo y para encontrar vías a través de las cuales la vida sea festejada en su justa dimensión: como gran don y bien invaluable.
Corresponde a cada quien saber encontrar, a través de su capacidad e inteligencia, los medios más pertinentes para trasmitir su voto por la vida.
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