sábado, 22 de mayo de 2010

El viejo manual de urbanidad se fue a la basura inorgánica

Antero Duks
julio / 2008
 

Cortesanía, comedimiento, atención y buen modo.
Eso es urbanidad. 
Querien Vangal

  

E

l un manual de urbanidad de Manuel Antonio Carreño, tan observado y respetado hace algunos ayeres, quedó en el olvido.  Si Carreño resucitara se volvería a morir de inmediato al ver que nada más ni nada menos en su propia tierra, obra y gracias de su paisano Hugo Chávez, está en el basurero.

El autor venezolano estableció, hace 149 años, una serie de rígidas pautas de comportamiento social que se hicieron famosas en Hispanoamérica, quien de los viejos lo vamos a olvidar.

Mire usted: ¿ Sabía usted que es de pésimo gusto caminar por la calle con las manos metidas en los bolsillos ?, ¿ o que es asqueroso taparse la nariz con la mano al estornudar ?, ¿ o que no hay nada más repugnante que esa sombra que da a la fisonomía de los hombres una barba renaciente ?, ¿ o que permitir que la cama matrimonial esté expuesta a las miradas de los visitantes es signo inequívoco de vulgaridad y mala educación ? .

Pues si no estaba enterado de estos detalles, de seguro usted tiene menos de 35 años y no ha leído el Manual de Urbanidad y Buenas Maneras escrito por Manuel Antonio Carreño, un venezolano que se convirtió en paradigma de comportamiento en Hispanoamérica.

Eso sí, vale la pena aclarar que el libro fue escrito en 1853 cuando nadie imaginaba que el Internet, la globalización, la liberación femenina, las guerras biológicas, el estrés y la pérdida de la galantería se convertirían en elementos cotidianos para la humanidad.

Rígidas indicaciones sobre cómo vestirse, caminar, saludar, tratar a las damas y hasta dormir hacen parte del manual que, hasta hace no muchos años, se encontraba en todas las bibliotecas escolares en muchos países de habla hispana.

Muchos recordamos que en nuestra juventud, en la mayoría de las escuelas, la urbanidad era una de las cátedras obligatorias y enfatizaban mucho en el manual del venezolano.  Lamentablemente pensar que ello pudiera hacerse es una verdadera utopía, a los jóvenes actualmente les interesa más otras cosas antes que la urbanidad.

El autor venezolano se distinguió siempre por ser muy estricto en su actuar, era muy cuidadoso hasta en el más mínimo movimiento. Esto quedó plasmado en las indicaciones que daba para cada ocasión.

En sus indicaciones para comer, por ejemplo apuntaba: "Para trinchar un ave, se principia a separar de ella el ala y el muslo, prendiéndola y asegurándola con el tenedor e introduciendo acertadamente el cuchillo en las articulaciones. Ejecutada esta operación, se van cortando longitudinalmente rebanadas delgadas de la parte pulposa, la cual ha quedado ya descubierta y desembarazada".   

En la actualidad, ese complejo ceremonial para comerse un pollo ha sido reemplazado por una servilleta de papel o una tortilla alrededor de la presa para no ensuciarse las manos.

Según algunos historiadores apuntan: "este tipo de reglas ya no tienen vigencia. La vida le ha ido entregando grandes libertades al ser humano". Lo irónico de este asunto es que de comer "como bestias" en la época de las cavernas, se fueron puliendo los procedimientos y ahora vamos de regreso.

Sin duda alguna, muchas de las normas que rigieron la educación de los hombres y mujeres de antaño, segunda mitad del siglo XIX y primera del XX, parece estar mandadas a recoger.

Hoy por hoy, es casi imposible encontrar hombres que permanezcan dentro de sus viviendas siempre impecablemente vestidos, con la corbata puesta y los pies debidamente calzados, como lo aconsejaba Carreño.

Carreño se fijaba en todo.  Para él era indispensable, por ejemplo, "asear el cuerpo antes de entrar en la cama, no sólo por la satisfacción que produce la propia limpieza –quitarse el polvo y bacterias conexas del día--  sino a fin de estar decentemente prevenidos para cualquier accidente que pueda ocurrir durante la noche".

Y es que la decencia fue uno de los pilares de la vida de Carreño, cuyo sistema nervioso no hubiera podido soportar un desfile de voluptuosas modelos en traje de baño o el cadencioso movimiento de las jovencitas luciendo pantalones descaderados. Ni a los jóvenes con su léxico y atuendos actuales.  El consideraba fundamental que la ropa cubriera el cuerpo con "honesto recato".

A la 'dictadura' de este hombre que nació en 1812 y murió 1874, 62 años de una vida y estudio en la que ni siquiera los animales lograron escapar. "La cría de animales que no nos traen una utilidad reconocida, a más de ser generalmente un signo de la frivolidad de nuestro carácter, es un germen de desaseo, al cual tenemos que poner constante cuidado, que bien pudiéramos aplicar a objetos más importantes y más dignos de ocupar la atención de la gente civilizada".

En este momento, son muy pocos los que comparten estas posiciones, que durante más de un siglo marcaron la diferencia entre lo correcto y lo vulgar. Uno de los aspectos que más ha cambiado desde el Siglo XIX es la forma de relacionarse con el sexo opuesto. Anteriormente, para que un hombre pudiera bailar con una mujer de manera lícita en un festín, éste debía haber sido presentado a la dama por un familiar de ella o por un amigo común. Nunca por un hombre que hubiera conocido en esa misma oportunidad.

Expresiones como: "A sus órdenes", "sí señor", "con mucho gusto", "por favor" y "después de usted", entre otras, son cada vez más ajenas en la vida de los hombres y mujeres.

Ceder el puesto en un bus a una mujer embarazada o a un anciano es algo que se va tan seguido como una nevada en el D.F.  Actualmente algunos aceptan que la urbanidad y la cortesía son importantes, pero con limitaciones, sin caer en todo lo que dice Carreño, cosa que sería en la actualidad como "pedirle peras al olmo".  Sin embargo, aunque este manual ha entrado en desuso, aún sigue siendo invocado en las conversaciones de muchos adultos que crecieron bajo su directriz.

Cuanta gente mayor recuerdan las enseñanzas de urbanidad u buenas maneras que recibieron: "todavía desayuno sólo después de haberme bañado, tal y como decía Carreño, o me descubro la cabeza cuando entro a un recinto cerrado".  Algunos hay que recuerdan la ineludible acción de limpiarse los zapatos antes de entrar una casa, los padres eran muy estrictos en esas observancias.

Pero a pesar de todo lo que se diga o se quiera argüir en contra, la urbanidad es una verdadera necesidad, y dígase lo que se diga hay que reconocer que la sociedad sería mejor si se observaran alguna de las recomendaciones de Carreño. Sin embargo las nuevas generaciones no se están formando en urbanidad.  Todo el mundo se tutea a discreción, no se respetan las jerarquías y, vamos, tampoco se come como se debe.

Actualmente las personas tienen otros parámetros y calificarlas según el Manuel de Carreño es imposible pues es un contexto muy diferente.  La evolución de la sociedad permite tener jóvenes más críticos y polémicos, lo cual, aunque es muy positivo, hace necesario que todos, los que algo tenemos que ver con la enseñanza: padres y maestros, trabajemos unidos por elevar la ética de las futuras generaciones, empezando por la actual.  La urbanidad es importante porque vivimos en comunidad y es necesario contar con normas para relacionarnos, pero no caer en error en que se convierta en una camisa de fuerza, hay recordar que "a fuerza ni lo zapatos entran".

De cualquier modo, "sean peras o manzanas", hay que observar algunas normas que fácilmente son soslayadas:

* Las uñas deben cortarse cada vez que su crecimiento llegue al punto de oponerse al aseo.

* Jamás empleemos los dedos para limpiarnos los ojos, los oídos, los dientes ni la nariz. La persona que tal hace excita un asco invencible.

* No olvidemos asearnos con un pañuelo ambos lagrimales pues pocas cosas hay tan repugnantes a la vista como el humor que en ellos se deposita pasado cierto número de horas.

* Cuidemos de no recostar nuestra cabeza en el respaldo de los asientos, para preservarlos de la grasa del pelo.

* Nuestro vestido cuando estamos con quienes vivimos no sólo debe ser tal que nos cubra de una manera honesta sino que ha de constar de las mismas partes de que se compone cuando nos encontramos ante los extraños.

* Las mujeres deben procurar no estar desaliñadas dentro de su casa aunque realicen labores domésticas.

* Es un acto vulgar y grosero nombrar a una persona al solicitarla en su casa, sin anteponer la palabra señor o señora.



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