martes, 11 de mayo de 2010

Campamento tortuguero en las playas de Cuyutlán, Colima

Enrique Galván-Duque Tamborrel

julio / 2008

Para gozar de una de los experiencias más gratificantes de la vida, sólo hay que ser testigo del milagro de la vida en las playas de Cuyutlán, en el estado de Colima.

En realidad pocas personas saben cuál, es el significado y la finalidad de los campamentos tortugueros.  A lo largo de las costas del Pacífico y del Golfo de México, ahí donde se sabe que las tortugas marinas llegan a desovar, se han instalado varios de estos campamentos, donde los biólogos viven por temporadas, llevando a cabo diversos programas de protección y conservación de las tortugas.

En el Centro Ecológico Educativo Miguel Álvarez del Toro, en las playas cercanas a Cuyutlán, en el municipio de Armería, Colima, los jóvenes biólogos y sus ayudantes, montados en cuatrimotos, recorren los 20 o 25 Km. de playa que tienen bajo su responsabilidad, desde el anochecer hasta el amanecer, tratando de ganarles los nidos a los hueveros o cazadores de huevos de tortugas marinas, que por ignorancia o por ambición los venden a precios elevados, pues hay la creencia, injustificada, de que son afrodisíacos.

Existen en el mundo ocho especies de tortugas marinas, de las cuales, entre los meses de junio a diciembre, siete llegan a México y tres a las playas de Colima: la golfina, la negra y la laúd. La primera, la más abundante, mide 70 cm de diámetro aproximadamente; la segunda 1 m y pesa casi 90 Kg.; la laúd mide alrededor de 2 m de diámetro y llega a pesar hasta 400 Kg.

Las tortugas marinas, cuando están listas para el desove, siguiendo su instinto hacen un gran esfuerzo y se dirigen a la playa durante las horas de oscuridad, a fin de evitar a los depredadores. Levantan las aletas delanteras para que su peso no les oprima los pulmones y suben a las partes altas de la playa, adonde no llega el mar.

Ahí cavan con sus aletas un hoyo de aproximadamente 40 centímetros de profundidad y desovan entre 80 y 120 huevos del tamaño de una pelota de ping pongo Cuando terminan tapan el nido y regresan al mar, dejando una huella parecida a la de un tractorcito.

Antes de que regresen las tortugas al mar, los biólogos las miden, las registran y las marcan en una aleta con una placa metálica. Por último desentierran el nido y llevan los huevos a una área de incubación que está en la playa, frente al campamento, para su protección y vigilancia.
Los biólogos entierran esos huevos en un hoyo similar al original y le ponen una estaca donde anotan el número de nido y la cantidad de huevos; luego los dejan incubar durante 45 días aproximadamente y esperan el nacimiento de las crías. A los nidos que están próximos a eclosionar les colocan una mallita alrededor para que las crías no se vayan, pues corren el peligro de que en su trayecto al mar se las coman las gaviotas o los cangrejos.

Las tortuguitas rompen el huevo y con una fuerza descomunal se dirigen a la superficie, atravesando los 40 cm de arena que las cubre. Los biólogos las colocan en una tina sin agua y después de dos horas las ponen en una de las albercas del campamento, donde permanecen durante dos o tres días y luego son liberadas en el mar.

Con una red, los biólogos las pescan de la alberca y las sitúan en la parte alta de la playa empujándolas suavemente a cumplir con el ciclo de millones de años, a probar con su cuerpecito la arena de esa playa para que en su memoria quede grabada la textura, y cuando sean adultas y estén en edad de reproducirse, a los 15 o 17 años, puedan volver a esta playa que las vio nacer.

Cómo llegar al tortugario

Saliendo de la ciudad de Colima tome la carretera núm. 54 con dirección al sur. Tras recorrer 44 Km. llegará a Armería, donde siguiendo por la autopista núm. 200 arribará a Cuyutlán, y a tan solo 10 minutos por la costa de esta encantadora playa colimense podrá visitar el Centro Ecológico.

 



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