Con el chip progranmado en la obsesionante idea del fraude electoral, el escenario político nacional continúa crispado por obra y gracia de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), sintiéndose de veras "presidente legítimo" sigue provocando tensiones que son la muestra inequívoca de que no hay, hasta el momento, una posibilidad de entendimiento, un acercamiento entre las fuerzas, y el propósito de todos de encontrar una solución al conflicto.
Al estudiar el planteamiento actual de la Teoría de los Conflictos, se descubre que en el pasado existían recomendaciones para crear bloques capaces de imponerse al adversario y derrotarlo, aunque no necesariamente se tuviera la razón. Actualmente, existen organismos enfocados en enseñar a negociar tomando en cuenta que a partir de ello se encuentra un principio de entendimiento. Los grupos negociadores tienen claro que cuando hay un conflicto lo relevante es resolverlo sin importar el triunfador, porque son dos cosas distintas. AMLO no quiere resolver el tema de la reforma energética; su único interés es bloquear iniciativas, particularmente esta que tiene una vena populista que utiliza a diestra y siniestra para sembrar la duda, el odio y la descalificación contra aquellos que tienen una propuesta que puede o no tener puntos correctos y sometidos a modificación.
AMLO busca, en cambio, una movilización nacional porque es su capricho, son sus chicharrones y así deben de tronar –no como dice la Constitución, sino porque él quiere--, se subió en su mula y exige que se consulte a todos con la certeza de escuchar la respuesta que ha venido induciendo sin que alguien se atreviera a manifestar su desacuerdo. Da tristeza mirar a sus paniaguados agachar la cabeza, quizás indicando que están en desacuerdo, pero callan sumisamente.
Da tristeza oír hablar a Dante Delgado, pretende ser muy virilmente categórico, pero lo único que logra es presentarse como un sumiso borreguito.
Los detractores de AMLO tampoco tienen la idea de crear el debate sobre lo que pueda modificarse para llegar a un acuerdo. Para otros, la importancia es acabar con el señor López, pero en ambos casos, el problema es que se pierde de vista el tema central de la discusión.
En la medida en la que se personalizan los temas, se sacan de su verdadero contexto, se maneja la derrota del contrincante y el aplastamiento de determinada figura, antes que el tema a resolver. El escenario se torna muy complejo y difícil de controlar.
Existe un debate académico sobre si lo que está haciendo AMLO y sus paniaguados del PRD es o no un Golpe de Estado. Quizás no llegue a ese nivel, pero lo que si es un golpe a razón y a la cordura, es un capricho paranoico y esquizofrénico, no ya de un solo hombre, sino de una banda de pelafustanes desesperados por tener el control del poder.
Lo que quiere AMLO es que la sociedad entera perciba que quiere borrar del mapa político la figura del presidente constitucional y que el único que manda en México es él, pararse en el balcón central de Palacio Nacional y sentir la brisa de grandeza y, desde ahí, hacer tronar sus chicharrones. En el remotísimo cado de que esto sucediera –sueños de opio-- entonces si sería un Golpe de Estado.
Es tanta su euforia paranoica que piensa que un referéndum debe hacerse, pero está tan cerrada sus entendederas que no capta que ese procedimiento no tiene ninguna validez legal. Además que por el sólo hecho de que la mayoría de los ciudadanos conteste lo que es su pregunta básica: ¿quieres que el petróleo se privatice? Lo cual es fácilmente predecible que así sea, ya ganó la batalla, sus entendederas no le dan luz para entender que en ningún momento se ha propuesto esa acción. Paranoia pura. ¡ah!, y además, si no se le da la validez que caprichosamente él quiere, entonces esgrimirá que todo es un "compló" en contra de él.
Total que, mientras sean peras o manzanas, el señor Andrés seguirá subido en su mula y dando lata. Le importa un comino que su partido esté dando un triste espectáculo. Desde las elecciones del 2006 se apropiaron de la palabra fraude, la hicieron suya y no la quieren soltar, al grado tal que la ponen en juego y la practican hasta en elecciones internas, tanto en el Comité Central, como en los estados.
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